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Antonio Rico

Tu vecinito de ultraderecha

Con la ultraderecha pasa lo mismo que con Ned Flanders. El vecinito meapilas de "Los Simpson" hace gracia porque solo hay uno y porque vive lejos. Un montón de tipos como Flanders dejan de hacer gracia y empiezan a dar miedo. Si descubrimos que están en nuestra casa ya es como para hacer running. O, como se decía antes, "salir corriendo", y perdón por el arcaísmo.

El monólogo del otro día en "Late motiv" en el que Andreu Buenafuente explicaba cómo se reconoce a un ultraderechista era ingenioso y divertido. Producía, como sabe hacer Buenafuente, esas agradables cosquillas que nos hacen felices cuando la inteligencia, la complicidad y la risa se juntan para organizar una fiesta. Pero jugar al "a que te pillo" con la ultraderecha camuflada deja de hacer gracia si la broma surge tras una reunión de diez mil ultraderechistas que ya no se camuflan. Saber que la reunión fue en Madrid e iba en serio da ganas de huir como alma que lleva el diablo. Igual pasa con esa broma de hacer un nuevo formato televisivo llamado "La Vox" con Franco de concursante, y Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal como coaches. Ay, Buenafuente, miedo me da.

¿Es Carmen Lomana un personaje televisivo que sobreactúa, cocina, sobreactúa, se desmaya y sobreactúa en "MasterChef Celebrity" con el inocente propósito de hacer más entretenida la noche del domingo? Sí, pero solo si, como Flanders, es ella sola y es broma que se presentará a la alcaldía de Madrid con VOX para limpiar la ciudad de "okupas y narcotraficantes". Pero si resultara que va acompañada de muchos y están aquí, la cosa cambia. El martes, Mamen Mendizábal conectaba en "Más vale tarde" con la reportera Loreto Ochando para que contara cómo transcurría el Día de la Comunidad Valenciana. Con la cara lavada, la voz tocada y los ojos irritados, no parecía feliz. Grupos de ultraderechistas estropearon la fiesta cantando el "Cara al Sol", realizando saludos nazis y lanzando gas pimienta contra los periodistas y la policía. Ya sabemos dónde estuvo el problema: si, como Flanders, fueran uno que estuviera lejos, tendrían más gracia.

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