Como se dice claramente el cuadro se vendió en la almoneda y lo adquirió sin duda sabiendo el gran valor artístico del mismo, el embajador ingles en Madrid desde hacía poco tiempo, 16 de agosto de 1833, Jorge Villiers, que alcanzará altos cargos en el gobierno inglés y en cuya colección londinense se habrá conservado hasta que nuevas almonedas lo ponen en circulación buscando siempre el mejor negocio para unos herederos pragmáticos. Sabemos que en 1988 estaba en París en la colección de Cristina Orsero Postestad y donde es probable que siga. No ha figurado en ninguna exposición por lo que es escaso el conocimiento que se tiene del mismo.

Los grabados del mismo, de gran valor por ser una perfecta litografía realizada en Madrid en 1835 por Ramón Amerigo y que reclamadas como hemos visto a los testamentarios fueron al fin remitidas a Ourense por el agente del Cabildo que desde Madrid, el 4 de febrero de 1835 escribía al Cabildo: "Muy señor mío y de mi estimación. Sin perjuicio de que el señor don Juan Manuel Bedoya escribirá a vuestra merced o a los señores de su Ilustrísimo cabildo me ha parecido oportuno noticiar a vuestra merced que en este día he entregado al maragato Silvestre Franco un cajón en el cual van bien colocadas 180 estampas, las 90 del retrato del Eminentísimo señor cardenal Quevedo, obispo que fue de esa Diócesis y otras 90 del panteón que se halla en esa ciudad trabajado en Roma por mandato del anterior señor Comisario General de Cruzada cuyo cajón va dirigido a vuestra merced como secretario capitular del Ilustrísimo cabildo. Deseo que vuestra merced lo pase bien y que mande en lo que guste a su afectísimo servidor q.b.s.m Inocencio Pérez Hernández (ACO 457/4) Litografía que siempre se menciona entre las más destacadas como hace Jesusa Vega en "Origen de la litografía en España. El Real establecimiento litográfica. (MUSEO CASA DE LA MONEDA, Madrid, 1990 ficha 829 pag 418" Se conservan todavía algunas en el Archivo de la Catedral y en diversas instituciones a las que se les envió como gratitud por sus aportaciones a los gastos de colocación del sepulcro y modernamente como obsequio del Cabildo. Litografía que serviría como modelo para otras que ilustran libros y a fines del siglo XIX para el retrato de Don Pedro que abre la galería de obispos del Obispado, realizado por un pintor no conocido, con bastante acierto y posteriormente este retrato serviría de modelo a Jesús Soria para la galería que se destinó al Seminario.