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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El panorama

Parece inevitable, sobre todo en sus horas previas, que un debate sobre el estado de la autonomía signifique poco más que un trámite con escasa atención por el menguante público que lo siga. Un hecho amortiguado parcialmente por los medios de comunicación y el espacio que le dedican, dato que diríase contradictorio con aquel ambiente ciudadano pero que se explica por la posibilidad, aún lejana, de que los oradores expongan algo de interés general. Y la ocasión que hoy comienza confirmará o desmentirá la teoría que se maneja acerca ese debate.

A partir de hoy se verá, tras el discurso del señor presidente Feijóo. No es preciso ejercer el oficio de profecía para suponer que el panorama que describa, y en el que cree, su señoría, resulte brillante: lo adornará con datos, suministrados por su equipo, de los cuales podrá deducirse que la visión que ofrece de este antiguo Reino es la correcta y que aquello que aún no se ha hecho para mejorarlo sólo es cuestión de tiempo. Incluso hay observadores, audaces, que se atreven a esperar algo más: una especie de pre/programa, siquiera parcial, de política de Estado.

(A la espera de comprobar si se confirma o no el aventurado pronóstico, no estará de más subrayar que, si lo hace, podría aportar don Alberto lo que en este momento le falta al centroderecha: una alternativa solvente y clara a algunas de las prácticas gubernamentales que, aún en fase de propuesta, como casi todo -a la espera de que publique su proyecto de presupuestos/2019- lo que lleva a cabo el presidente Sánchez. Especialmente en terrenos como el fiscal y el social, en los que Galicia anticiparía ideas que Casado después podría asumir.)

Es mucho suponer, por descontado, y lo sería aún más si alguien esperase que el presidente Feijóo planteara su discurso o parte de él de aquella manera. Claro que, hábil dialéctico como es, sabe que ceñirse estrictamente al guion habitual que describe el panorama como optimista y fecundo sólo provocará -cuando la oposición detalle el suyo, quizá casi apocalíptico- el aburrimiento de los destinatarios del mensaje, que son los que ejercerán su derecho a votar y a los que se pretende convencer.

Lo que sea sonará, por descontado, desde la tribuna, y ojalá que cuanto se diga en tan señalado lugar sea lo más ajustado posible al panorama que en la calle divisa "la gente", la del común, que forma la gran mayoría de este país. Y esa es la clave de la credibilidad, básica para superar el examen parlamentario que en definitiva supone el debate que hoy se estrena. Un ejercicio que cuenta con nota alta inicial ya que la mayoría del tribunal está del lado del examinando, detalle que no basta por sí sólo para convencer aunque sobre para vencer. Ese, el de convencer, es dicho -con todo respeto y como opinión personal- es el gran reto que a pocos meses de las municipales, afronta su señoría el jefe del Ejecutivo gallego.

¿O no??

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