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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El consejo

Con las elecciones -ya se verá si municipales y europeas o algo más- en el horizonte, y las denostadas encuestas marcando el paso aunque nadie las reconozca como brújula, procede tomar buena nota del consejo, o el aviso -cada cual es muy dueño de calificarlo como quiera- que viene de dar el presidente Feijóo al PSdeG-PSOE. Que rechazarán en cualquiera de sus acepciones los socialistas gallegos, pero no por eso deja de ser sensato y hasta generoso, porque don Alberto sabe que ser autodeterminista "a la catalana" en Galicia cuesta votos.

El jefe del Ejecutivo gallego dijo que aquí se rechaza, como en casi todas partes, lo que está sucediendo allí, en tierras catalanas, y que es un desastre para la convivencia de quienes las habitan. Añadió que le "extraña" que en Galicia haya partidos que defienden y alientan métodos y programas como los de allá, lo que en su opinión debería hacer que el PSOE reflexione sobre a quiénes apoya y sostiene en puntos concretos de este antiguo Reino. Y que no son pocos ni livianos, ya que intercambian gobiernos en Diputaciones y ciudades, entre ellas la capital.

Parece más que probable que la referencia de su señoría constituya uno de los ejes argumentales del próximo Debate sobre el Estado de la Autonomía. Y es previsible que, bien como comentario o como consejo, sea rechazado por sus destinatarios de forma más o menos rotunda, pero eso no le quita razón, sobre todo pensando en términos electorales: en este lado de Pedrafita, y se ha repetido hasta la saciedad, el número de autodeterministas no llega más que para una asociación gubernamental entre un PSOE muy votado, lo que es suponer demasiado, y el resto, que ahora equivaldría no ya a un "gobierno Frankenstein", sino a uno como el central, que podría ser denominado "Pulgarcito".

(Algunos observadores, probablemente con razón, dirán que puestos a dar consejos alguien debería haber insistido al presidente anterior, señor Rajoy, cuando disponía de mayoría absoluta, que podía y debía buscar acuerdos que permitieran una reforma a fondo de la Ley Electoral. Hubiera logrado un beneficio para el PP de entonces, asegurando la gobernanza para el partido más votado, pero también a otros al no hacer inevitables los acuerdos contra natura, justificados con argumentarios muchas veces extravagantes, para llegar al poder. Pero no quiso ni se atrevió).

Antes de rematar, y después de matizar que no se pretende convertir a don Mariano en algo parecido al señor Zapatero -que fue para muchos, con más razón que sin ella, el padre de todas las desventuras-, procede añadir otra reflexión. Hay asuntos que, sin caer en la uniformidad ni en el pensamiento único, requieren la colaboración de todas las fuerzas políticas: en las últimas horas, diputados/as de En Marea pidieron a la ministra Batet que Galicia deje de estar peor tratada que Cataluña o Euskadi. Y ayer, quizá con otra dialéctica, don Alberto Núñez habrá ampliado la referencia, pero con mensaje de fondo similar en su diálogo con el titular de Fomento. Seguramente los mensajes habrían tenido más fuerza si hubiesen sido respaldados por la unanimidad gallega: a ver si puede ser la próxima vez, caso de que exista.

¿Eh...?

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