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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La puntilla

A estas alturas, la pregunta que probablemente tendría derecho a formular -y a ver respondida con solvencia- la población gallega sería la de cuándo se pondrán los gobiernos, todos los que cohabitan aquí, a resolver en serio el asunto de la crisis demográfica. O, expuesta de otro modo, si alguna vez entenderán que no existe otra solución que abordarla, aunque con los matices o las urgencias que cada cual puede plantear, de una forma colectiva y pactada. Sobre todo por una razón: no habrá remedio sin que se dibuje escalonadamente y asumiendo todos, los que ahora mandan y quienes lo harán en el futuro, un acuerdo estable.

Es verdad que ha habido, aquí o en otras partes, iniciativas e incluso estudios a modo de proyecto, pero todos se han quedado por ahora en una especie de boceto que define el mal, diagnostica sus causas y generaliza acerca de las posibles soluciones. Pero eso no es bastante porque ni siquiera se acerca a lo que se necesita para resolver una cuestión de esas dimensiones, y además no hay un consenso, ni se han recomendado esquemas específicos de actuación concreta. Aparte de que ni siquiera existen todavía políticas globales que puedan arrancar en un momento dado.

Lo que sí existe ahora, y esa es la prueba -por si alguna se necesitase aún- de la conciencia social que la crisis despierta y el sentimiento creciente de urgencia para abordarla, es el goteo constante de noticias en la misma dirección. Y que van desde la polémica sobre la sostenibilidad imposible de las pensiones sin cambiar a fondo el sistema y aumentar las fuentes de ingresos, hasta el encarecimiento progresivo de los servicios públicos que una población envejecida necesita y sin que existan alternativas que puedan aliviar en plazo razonable esas carencias.

Por cierto: hay que añadir las consecuencias físicas directas de ese envejecimiento. Acaba de publicar este periódico un dato que debería hacer pensar a quienes han de tomar decisiones: en Galicia, las demandas de incapacitación de mayores han aumentado un cincuenta por ciento. Y eso quiere decir que o hay más gasto en atención o hay abandono; en ese frente y también en el de las viudas, los huérfanos -por entrar en el terreno de los jóvenes- y los "ninis". Y todo eso es más que un desafío al llamado Estado del bienestar: puede significar su puntilla.

La circunstancia preelectoral -aunque de momento no se sabe su alcance- que viven estos Reinos puede fomentar la imaginación del oficio político, al menos si se atiende a las muchas cosas que dicen sus representantes y la aparente lógica de algunas. Pero más vale no fiarse, porque la gran mayoría, incluso las sensatas, se quedan en papel mojado o no pasan del cajón del olvido, sepultadas por otras más sonoras o escandalosas. Y una muestra es de ayer mismo: se celebraba el Día Internacional de los Mayores, y aunque ese tipo de jornadas no suelen tener demasiado eco, aquí no obtuvo, en la práctica, ninguno. Se seguía hablando de másters, filtraciones morbosas y demás. Mal síntoma.

¿Eh...?

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