Cuando Trump afirmó en la Asamblea General de Naciones Unidas que en menos de dos años su administración había logrado más que casi ninguna otra en la historia de Estados Unidos, el discurso se convirtió en algo parecido a uno de esos especiales de HBO, cuando un cómico consigue que la audiencia de un estadio como el Madison Square Garden se rinda a los pies del venturoso monologuista, marcando un antes y un después en el mundo de la comedia. El presidente se presentó allí, según sus propias palabras, con la intención de pasárselo bien y, según lo que pudimos observar en las imágenes de la cena, beber algo de calimocho con los colegas extranjeros, a la espera de que algún día Jerry Seinfeld lo suba en un coche y lo lleve a un coffee shop para que pueda reflexionar sobre el humor en América.

Trump dice que se reían con él y no de él. Y puede ser (post)verdad. Lo cual no significa que el personal de la ONU no le cogiera cariño a tan entrañable personaje, quien, citando a Elton John, agradeció el apoyo mostrado por el público en ese día especial, contestando incluso muy amablemente a un tal "señor Kurdo". Entrañable sketch que ni el mismísimo Groucho Marx ejecutaría con semejante eficacia. Hacía tiempo que no veíamos al líder republicano tan cómodo y aparentemente feliz en este tipo de actos internacionales, a los cuales solía acudir, como si fuera uno de esos Ángeles del infierno que retrató Hunter. S. Thompson en su fabuloso libro, desafiando a los tímidos anfitriones, empujando a otros gobernantes que eclipsaban su protagonismo fotográfico y reclamando lo que es suyo a ritmo de Born to be wild. Hasta el punto de que, a juzgar por los brebajes elegidos para el brindis, parecía que le habían concedido un Erasmus gracias al cual podría aumentar la cantidad de amigos en su cuenta de Facebook.

Quizá este cambio de actitud, esta nueva versión presidencial autoparódica, se deba a que ahora los focos se han desviado a otra persona, Brett Kavanaugh, nominado al Tribunal Supremo y acusado de abusos sexuales, que estuvo testificando, al igual que su presunta víctima, Christine Blasey Ford, frente al Comité Judicial del Senado. Unas cuantas horas durante las cuales el juez, escogido para ocupar un puesto de máxima relevancia que puede determinar el resultado de algunas históricas guerras culturales (aborto), se mostró irritado y belicoso, aludiendo a una supuesta conspiración de la "Izquierda" que pretende evitar a toda costa su confirmación. Esto es lo mismo que las estrellas de Fox News llevan advirtiendo a sus espectadores a lo largo de las semanas a través de mensajes apocalípticos. Lo mismo que Donald Trump tuitea desde su ahora confortable aunque momentáneo segundo plano, consciente de que su relato ha comenzado a ser difundido por otros cuya frágil credibilidad está a punto de ser demolida, mientras él riega su copa de vino con Coca-Cola Light.