La jornada "Retos y oportunidades del Corredor Atlántico" que reunió esta semana a empresarios, políticos y técnicos de Galicia, Asturias y Castilla y León fue la más importante de las celebradas hasta ahora en defensa del Noroeste. El encuentro marca un punto de inflexión en la lucha contra la postración de unas comunidades con problemas idénticos -despoblación, envejecimiento, financiación, altas cifras de desempleo, atraso en las infraestructuras- que por vez primera han logrado poner por delante de ideologías y frentismos localistas el bien común de sus ciudadanos. Unirse es lo único que puede dar músculo suficiente a esta amplia comarca para que el resto de España y Europa le presten atención.

Entre los años 2021 y 2027, la UE va a repartir 42.300 millones de euros en proyectos relacionados con la mejora del transporte. Un presupuesto sin precedente para tejer una red de mercancías y viajeros moderna, segura y limpia que conecte los grandes núcleos. La carretera, un medio altamente contaminante, se ha comido al ferrocarril en muchos países, entre ellos España. Un mecanismo llamado "Conectar Europa" distribuirá los fondos en pura concurrencia competitiva. No hay cuotas por naciones, ni asignación predeterminada en función del peso demográfico, sino un análisis selectivo en el que, con "mucho rigor", según aseveran las autoridades comunitarias, los mejores proyectos en términos de madurez, solvencia y ratio coste/beneficio recibirán el respaldo.

Los planes para optar al programa deben estar elaborados en 2020, con estudios de impacto, permisos y refrendo de la sociedad. El Noroeste parte desde muy atrás con respecto a otras áreas, como el eje Mediterráneo, que lleva años moviéndose, pero empieza al fin a correr para proponer infraestructuras que lo saquen del aislamiento y satisfagan la demanda con los nuevos estándares de comodidad, seguridad y garantía ambiental.

Galicia es la periferia de la periferia, pero pese a ello es la comunidad más pujante, dinámica y con más recursos de todo el cuadrante peninsular. Y la única con masa crítica poblacional y empresarial e identidad suficiente para asumir el rol de liderazgo del Noroeste. Pero le cuesta acabar de creérselo. Por contra, aquí seguimos empeñados incomprensiblemente en desperdiciar nuestras mayores oportunidades de desarrollo y progreso. Excluir, como se hizo en su día, a Vigo como puerto principal en la UE, siendo como es la terminal de referencia del Noroeste, para beneficiar al de A Coruña dándole esa categoría injustificada pero necesaria para que Langosteira accediese al maná de ayudas europeas, es solo una prueba de ello. Como lo es no solo excluir a la ciudad más poblada y motor económico de Galicia de una conexión directa con el AVE a Madrid sino relegarla encima a ser la última de las grandes urbes en engancharse, haciéndolo además a través de un rodeo por Santiago.

Lo mismo que dilapidar la enorme fuerza tractora que supondría para toda la comunidad desarrollar de una vez por todas las áreas metropolitanas. En esas estamos todavía, lamentablemente anclados, desaprovechando el crecimiento que las concentraciones metropolitanas aportarían para reactivar la vetusta arquitectura administrativa de nuestro territorio. Y lo que es más deplorable aún, que la que ya tiene una ley creada para ello, como el Área Metropolitana de Vigo, permanezca obstruida en los tribunales desde nada más nacer.

Lo mismo que seguimos necesitando, como hemos dicho repetidas veces, de una estrategia de eurorregión, tan imperiosa como dolorosamente ignorada. Galicia la precisa también para dar mayor fortaleza al Noroeste. A pesar de ello continuamos igual que siempre. Mientras el Norte de Portugal lleva años desarrollando la suya, minuciosamente, con continuas inversiones además en sus frentes aeroportuario y marítimo que le proporcionan un enorme retorno, Galicia sigue descuidando su flanco sur. Mientras el Norte luso se rearma, apostándolo todo al potencial del Gran Porto como área metropolitana motriz, en Galicia no se rema en la misma dirección para hacer lo propio con la gran metrópoli de Vigo. Si de verdad se quiere recuperar el terreno perdido no hay más camino que ponerse de nuevo a la cabeza. Nadie va a regalar nada, hay que ponerse manos a la obra, actuar en común.

De ahí la trascendencia del abrazo transversal del Noroeste que fraguó esta semana. En la reivindicación, el capital social de Galicia, Asturias y Castilla y León lleva tiempo por delante de los políticos. El primer asalto consistió en dar la batalla para integrarse en el llamado Corredor Atlántico, uno de los grandes ejes transeuropeos desde Lisboa y Oporto, vía Madrid, hasta Irún, del que incomprensiblemente había quedado descolgada la macrorregión. Resta la aprobación del Parlamento Europeo y de la Comisión, pero el logro principal, que los otros socios abrieran la puerta del club, ya está consolidado.

Asistimos estos días al bombardeo por distintos medios de la campaña publicitaria nacional desplegada por el Corredor Mediterráneo, otra agrupación regional de Cádiz a Gerona, que persigue los mismos fines del Arco Atlántico, pero con actores diferentes. Su objetivo: recolectar firmas en todo el país con las que avalar su fortaleza en Bruselas. Existe el temor a que un Gobierno central minoritario privilegie a esta mitad de España por los apoyos que precisa subastar para sostenerse, los apaciguamientos que maneja y sus precarias condiciones para resistir la presión de Andalucía, Murcia, Valencia y Cataluña. Quien alienta guerras fratricidas atiza de forma tonta la llama que destruirá a todos y servirá en bandeja posiciones de ventaja en la carrera a otras zonas de Europa. Conviene recordar, no obstante, que el AVE no llega a ninguna de las capitales costeras del Noroeste, las alejadas, y sí lo hace a las del Sur y el Levante. Y que mientras un ministro de Fomento valenciano fija plazos para las obras de su comunidad natal se resiste a comprometer los calendarios definitivos para las demás que otros, vaya por delante, también incumplieron antes.

Las decisiones políticas basadas en planteamientos espurios, obviando la racionalidad y la objetividad, generan desigualdad y enfrentamientos. Galicia se juega sus oportunidades más valiosas en tres ámbitos estratégicos relacionados con la capacidad de cooperar en el territorio. Uno interno, los desarrollos de las áreas metropolitanas, y dos externos, la Eurorregión y el Noroeste atlántico. Si remolonea, se duerme indolente o espera, la decadencia la aguarda como destino. Perderá definitivamente el tren, en el sentido metafórico y literal de esta vieja expresión del inicio del ferrocarril tan apropiada al caso, y se perpetuará como fondo de saco.