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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

Lavarse las manos

La polémica en torno a la exportación de armas por España a un país con un régimen tan detestable como es Arabia Saudí ha dejado claramente en evidencia la gran hipocresía de los gobiernos, y no solo el nuestro.

Constituye una ofensa al sentido común que un ministro con la larga experiencia del socialista Josep Borrell trate de negar que esas armas puedan matar a civiles en la guerra de la coalición de dictaduras árabes contra los rebeldes hutíes del Yemen.

Afirmar que las bombas que España se comprometió a enviar a Riad son de una precisión tal que difícilmente producirá daños colaterales entre la población civil es sencillamente lavarse las manos como hizo Poncio Pilatos.

Sobre todo habida cuenta de la naturaleza del conflicto del Yemen, donde la coalición liderada por Arabia Saudí lleva una guerra sin cuartel por aire, mar y tierra contra los hutíes, a quienes apoya Irán.

Una guerra en la que ninguno de los dos bandos respeta los derechos humanos, pero en la que la coalición saudí bombardeado escuelas y hospitales y trata, con el bloqueo de puertos y aeropuertos, provocar allí una terrible hambruna.

Mientras los gobiernos occidentales no vacilan en decretar embargos contra gobiernos que atropellan los derechos humanos si no son de su cuerda, hacen la vista gorda cuando se trata de países aliados, sobre todo si tienen grandes reservas de petróleo como es el caso.

Tan patéticas explicaciones como las ofrecidas por el veterano Borrell fueron las de la bisoña titular de Defensa, Margarita Robles, quien, sin torcer el testo, justificó la operación porque Arabia Saudí es "un socio fiable", con el que nuestras relaciones han sido siempre "fuertes y sólidas". Si no, que lo pregunten a nuestro Rey emérito.

Es decir, la misma ministra que, antes de ser desautorizada por el jefe de Gobierno, Pedro Sánchez, había decidido, al parecer por su cuenta y riesgo, suspender la entrega a Riad de las bombas comprometidas por el anterior Gobierno del Partido Popular.

Y ¿qué decir de la afirmación del líder socialista de que "la responsabilidad del Gobierno llega sólo hasta las fronteras" y que lo que pueda hacer luego con las armas otro gobierno es responsabilidad solo de este.

No podemos culpar a los trabajadores de los astilleros gaditanos que defendiesen con uñas y dientes unos empleos amenazados por la vinculación por Riad de la entrega de las bombas al contrato para la construcción de unas corbetas para su Marina de Guerra.

Decía el jefe de nuestra diplomacia en su intento de justificar lo injustificable que si España no les vendía armas a los saudíes, otros países lo harían. Y en su cinismo, no le falta razón.

Pero, ¿no es hora de que unos gobiernos que tanto presumen de derechos humanos y valores democráticos se tomen en serio lo que proclaman y busquen soluciones para que los trabajadores no tengan que fabricar algo que va a utilizarse luego en otras partes del mundo contra los más miserables?

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