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Carmen Pérez Novo.

El mal de Alzheimer

Ante el día mundial de una enfermedad que aumenta de forma progresiva

El día 21 se celebrará el Día Mundial del Alzheimer, una degeneración del sistema nervioso central que afecta a la memoria, el lenguaje, las habilidades y, progresivamente, a otras facultades, llegando en fases avanzadas a la incapacidad total de valerse por uno mismo. No forma parte del envejecimiento normal, no se puede prevenir, no tiene tratamiento curativo y no hace discriminaciones en cuanto a raza, origen, ni posición socio-económica.

Muchas son las personas que la padecen en nuestro país, y que aumentan progresivamente, estimándose su duplicación para el 2025. Penosa enfermedad para los familiares que deben afrontar ese largo proceso, pero terrible para el que la sufre porque esta demencia daña lo esencial del individuo: la capacidad de pensar, de recordar, de discernir, de querer, de recordar incluso a los seres más queridos, a los que amas más que a tu propia vida, a esos seres que son tus hijos. A la larga, irremediablemente y sin poder hacer nada para evitarlo, conduce a una dependencia total del enfermo de las personas de su entorno.

Qué duda cabe que la carga afectiva, económica y social que supone el cuidado de estos pacientes, durante tantos años como dura la enfermedad, es enorme. Por eso, los objetivos que se llevan a cabo con la celebración de ese día, es la de dar a conocer la enfermedad y difundir información al respecto, solicitar apoyo económico y unir esfuerzos con las autoridades sanitarias y gubernamentales.

Hay asociaciones que funcionan muy bien y trabajan mucho para que esto se lleve a cabo. Pero son los gobernantes los que deben plantearse la necesidad de aportar más ayuda económica. Porque esta enfermedad no solo es oscura, triste y tortuosa. También es larga, demasiado larga, diría yo. Por eso es necesario aumentar las ayudas a domicilio y los centros de día, para aquellos familiares que decidan hacerse cargo de estos pacientes hasta el fin de sus vidas, sin perturbar la vida laboral. También las residencias públicas, sin olvidar la importancia que tiene el control exhaustivo -tanto en las públicas como en las privadas- por parte de la Administración para asegurarse que están debidamente atendidos.

Esperemos que muy pronto podamos celebrar la llegada de un tratamiento que combata esta enfermedad, capaz de desposeernos de ese tesoro que todos los seres humanos vamos guardando y apilando a lo largo de la vida, de esa riqueza nuestra tan preciada, que se llama memoria.

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