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La semana de A Ferrería

El río Umia y el cuento de nunca acabar

El embalse de A Baxe sigue dando que hablar desde que en 1998 se iniciara su construcción y especialmente desde que tres años después entrara en funcionamiento. La oposición vecinal por aquel entonces en la comarca fue importante, quizá porque los ciudadanos de Caldas, Cuntis o Moraña eran conscientes de lo que podía pasar, pero sin embargo prevaleció más la decisión política y el interés económico de un proyecto ideado por el conselleiro Cuiña Crespo.

Y ahora dos décadas después nos encontramos cada verano con la problemática del alga tóxica y las aguas verdosas que impregnan el embalse y bajan por el cauce del río Umia. Y lo que es peor, sin vislumbrarse solución alguna.

Al problema del alga tóxica hay que sumar el microalga en el cauce del río que afecta a todos los municipios de la cuenca del Umia, aunque los alcaldes del PP parecen preferir mirar para otro lado, mientras sus conciudadanos observan el lamentable estado del río que da vida a estos pueblos.

La cianobacteria que genera la toxina se detectó en la presa de Caldas por vez primera en 2006 y desde entonces cada verano la población sufre las consecuencias, ya que en ocasiones los resultados de las analíticas son alarmantes haciendo peligroso el consumo de agua para la población.

Cierto es que la Xunta ha tomado medidas para luchar contra la proliferación de este alga tóxica denominada Microcytis Aeruginosa, pero todas ellas han resultado estériles. De hecho, el ambicioso y millonario Plan Umia, ideado por el conselleiro Hernández para mejorar la calidad de las aguas y evitar la cianobacteria en el embalse, contenía un total de 38 actuaciones como obras de saneamiento en los municipios y limpieza de la maleza, entre muchas otras, pero no tuvo los frutos deseados. Incluso se llegaron a depositar allá por 2011 en la presa 22 toneladas de corteza de eucalipto dentro de un tratamiento experimental. Pero también resultó ineficaz.

Y ahora llega la microalga que también tiñe de color verdoso y pastoso este hermoso río. La Xunta garantiza la calidad del agua para su consumo, pero las reticencias de una comarca en la que viven 120.000 personas resulta lógica.

Y en esas estamos, con una alarma social evidente y con unos políticos insensibles que nuevamente no están a la altura. Y entre que unos no saben como atajar el problema y otros no lo quiere ver, pasa un verano tras otro y así llevamos la friolera de doce años. Y los que quedan.

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