Por razones no bien explicitadas en la prensa de la época, el alcalde Andrés Corbal Hernández tomó la decisión de enviar todos los días un agente municipal a la playa de Placeres en agosto de 1914.

Si acaso, una información señalaba al respecto, de manera un tanto críptica, que "había ciertos bañistas aficionados a no distinguir sexos tomando el baño"?. La imaginación del lector es libre de cualquier interpretación.

La medida en cuestión resultó bien acogida. Esa vigilancia permanente significaba cuando menos que la concurrencia no era poca en aquel tiempo.

Al parecer, un sereno fue quien asumió dicho servicio y un cronista mandó un recado en verso al alcalde pontevedrés, que terminaba así: Antes era el sereno / muy colorado / y ahora encuentro su rostro / marchito y lánguido, / y esto, señor alcalde, / según creo yo, / es que ese pobre agente / tiene mareos; / pues el que va a Placeres / todos los días, / por sereno que sea/ pierde la vista". El poema llevaba por título un expresivo "¡Oh los Placeres!".

Al año siguiente cambió el alcalde y se suprimió la vigilancia para regocijo general.