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"Influencer", "influfrauder" y sus habilidades

La fórmula para promocionar un artículo hasta ahora solía ser a través de un contrato entre un promotor y los propietarios del producto. Tan antiguo como la existencia del comercio. La competencia hacía trabajar así a los creadores y una buena promoción lograba el éxito de una mercancía. Lo que no quiere decir que siempre ocurra así. La picaresca parece que no descansa. Los "influencers" son los nuevos promotores de moda, trabajan a través de las redes sociales y parece que consiguen cierto éxito. Son personas o grupos que tienen la "habilidad" de atraer a muchos seguidores, de influir en sus gustos, en sus criterios, en sus deseos y voluntades. Hasta aquí todo normal, las novedades suelen traer el progreso. También los "influfrauders".

La situación cambia cuando alguien intenta aprovecharse del acuerdo entre los contratantes, cuando uno de los componentes del convenio emplea o intenta métodos abusivos. Porque hay profesionales honestos, legales y los hay que utilizan sistemas menos convencionales, quizá marginales y engañosos. Un ejemplo de estos últimos métodos lo están sufriendo los hoteleros de distintas zonas de la costa mediterránea, en días precisamente de gran afluencia de turistas, en la época de mayor ocupación, temporada vacacional. Las nuevas tecnologías aumentan el ámbito de la posible promoción pues las redes sociales no encuentran fronteras. Pero hacen fácil el que muchos de los influencers aumenten las posibilidades del camino del chantaje, unos métodos de extorsión quizá difíciles de superar porque su materialización es difícil de comprobar.

Luis Callejón, presidente de Aehcos, la patronal de los hoteleros de la Costa del Sol, denunciaba en las páginas de medios de Prensa Ibérica la nueva estafa que afrontan los hoteles de la costa mediterránea a través de las maneras de algunos influencers. "Soy Tal y Tal? tengo tantos seguidores, la próxima semana estaré en su ciudad. Me gustaría promocionar a su hotel a cambio de una estancia gratis". Un texto que llega por correo electrónico al establecimiento. El hotelero manifiesta que este "es un deporte que no entiende de nacionalidades" y esta gente "tiene la cara muy dura". Juegan los aprovechados de este método con que publicar una foto en las redes disfrutando en una terraza junto a una apetecible piscina se puede convertir en una avalancha de reservas. Lo que puede tener dos vertientes.

Si el establecimiento accede a la propuesta quizá logre nuevas reservas. Pero si la rechaza, lo que suelen hacer muchos hoteles, el influyente puede dedicarse a la función contraria, una represalia por no regalarle unas vacaciones. Mal servicio, la comida una porquería, escasa limpieza, etc. Los comentarios en la web del establecimiento empiezan a ser destructivos, aunque señalan los hoteleros que es difícil comprobar que esas calificaciones fueran hechas por personas que hayan estado en sus habitaciones. También indican los responsables de hoteles que, aunque no todos los promotores de este sistema son negativos, es muy difícil dilucidar si realmente influyen a muchos seguidores y si cumplen la propuesta de hablar bien del hotel.

Casi solventado el fraude de la gastroenteritis alegado en tiempos recientes por gran número de turistas, prolifera ahora también el de la falsa tarjeta de pago. Se solicita una estancia y la recepción apunta una tarjeta para hacer la reserva. Tras unos días de hospedaje en el establecimiento al pasar la factura el viajero alega que esa no es su tarjeta y se la han suplantado. Si el defraudador se encuentra en el extranjero es casi imposible la recuperación del dinero. Ante este fraude unos hoteles intentan cobrar por adelantado y los rechazos abundan, mientras corre la voz por las redes. O sea, están en manos del "influfrauder".

A propósito de la nueva estafa que afrontan los hoteles de la costa mediterránea a través de las maneras de algunos "influencers".

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