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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

¿Recomponer las relaciones con Turquía?

Alemania se está planteando la oportunidad de aprovechar las dificultades económicas por las que atraviesa Turquía para intentar recomponer las tensas relaciones con el país del Bósforo.

¿Es posible convencer al presidente Erdogan de un cambio de rumbo que mejore la situación de los derechos humanos en ese país y alivie de paso a los millones de personas de origen turco que trabajan y viven en Alemania y tienen el alma dividida entre los dos países?

Es la pregunta que se hacen tanto en el Gobierno de coalición de Angela Merkel como en círculos económicos y financieros germanos, preocupados por el fuerte deterioro de las relaciones bilaterales como consecuencia de la política autocrática de Erdogan.

A los problemas generados por la propia incompetencia económica del Gobierno turco se han sumado las tensiones con EE UU por la negativa de Ankara a devolver a ese país a un clérigo norteamericano a quien Turquía acusa de complicidad con la intentona golpista de hace dos años.

Como represalia, EE UU elevó los aranceles a las importaciones de productos turcos e impuso fuertes sanciones económicas, que hundieron aún más la lira turca y provocaron el pánico en los mercados financieros. Esa escalada sancionadora preocupa fuertemente en Berlín, ya suficientemente preocupado, como el resto de los gobiernos europeos, por la decisión de Donald Trump de descolgarse del acuerdo nuclear con Teherán.

"No es de recibo que EE UU vuelva a hacer de su capa un sayo", escribió el ministro alemán de Exteriores, Heiko Maas, en el diario "Handelsblatt", aludiendo a la anterior crisis con el Irán de los ayatolas.

Aunque las relaciones entre Turquía y Alemania están en su peor momento por culpa de la deriva autoritaria de Erdogan -encarcelamiento de disidentes y periodistas críticos-, hay quien cree que las actuales dificultades económicas turcas y las tensiones con Washington podrían ayudar a cambiar la situación. Si los EE UU de Trump intentan desestabilizar a Turquía como medida de chantaje para conseguir la liberación del clérigo, Alemania podría en cambio ayudar a estabilizar ese país si el Gobierno de Erdogan mostrase buena voluntad y diese un viraje a su política represiva.

Si bien se descarta la posibilidad de conceder créditos con dinero público a ese país, que, a diferencia de Grecia, no es miembro de la UE, hay otras posibilidades: así Bruselas puede conceder préstamos a países no comunitarios que estén "geográfica, económica y políticamente próximos", como señala el semanario "Die Zeit".

Alemania podría intentar convencer a sus socios de la conveniencia de hacer esos préstamos de urgencia a Turquía siempre y cuando Ankara se comprometiese a respetar los derechos humanos y el Estado de Derecho, algo que ahora no ocurre. La eventual aproximación entre Turquía y la UE enviaría una señal positiva a los mercados financieros y los inversores, que recelan actualmente de las consecuencias para su dinero de lo que allí sucede.

En Berlín parecen registrarse con interés ciertas opiniones expresadas por políticos turcos que parecen apuntar al deseo de una mejora de las relaciones con Alemania y el resto de los países de la UE.

Aunque están por otro lado los escépticos que creen que cualquier cosa que haga Europa no va a hacer cambiar a Erdogan, que hasta ahora ha sabido aprovechar cualquier crisis para reforzar su autoritarismo. Es ciertamente una apuesta arriesgada, pero ¿por qué no intentarlo? Si al final sale bien, lo agradecerán sobre todo los defensores de los derechos humanos, funcionarios y periodistas críticos encarcelados o despedidos de sus puestos.

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