Algunas ciudades turísticas se quejan de la invasión del turismo masivo, que ni deja vivir al indígena ni a los demás turistas. Es un problema de concepto, que está en el código genético mismo del turismo, pues el significado propio de turista (touriste) es el de alguien que anda dando vueltas por ahí. En tiempos remotos se trataba de gente con dinero que quería ver mundo, harta de ver el que ya era suyo, y ese espíritu ocioso originario ha contaminado para siempre la praxis del turismo. Ahora la mayor parte de los turistas fingen ajetreo, empeñados en ver todo lo que aparece en las guías para amortizar el bono, pero esa sobreactuación del vagabundeo sólo hace aumentar la huella ecológica de la deambulación. En cuanto a los descendientes directos de los turistas primitivos (o sea, los ricos), saben de sobra dónde hacer turismo sin molestar y sin que les molesten los turistas.