Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

A la sombra de la momia

La exhumación de Franco y los problemas con la propia memoria

Antes de levantar la losa que cubre los restos de Franco, las urgencias simbólicas del Gobierno de Sánchez han exhumado ya la connivencia con un pasado sin asimilar, después de cuarenta años de convivencia imperfecta con una memoria incómoda para unos, sabedores de que persisten asuntos pendientes y de dolorosa resolución, y muy acogedora para otros, a quienes la apariencia de olvido permite incluso enorgullecerse de lo que fueron.

Hay un arraigado juicio benevolente del franquismo, que solo se disuelve con el desinterés de las nuevas generaciones por un tiempo que creen que ya en nada les atañe. Pero ante el mínimo roce con ese pasado aflora de nuevo la sensibilidad de quienes nunca tuvieron voluntad explícita de desmarcarse de la dictadura, de la que emergieron los fundadores de una derecha cuyos herederos gobernaban España hasta hace unos meses.

El soberanismo catalán agita esa ausencia de ruptura hasta convertir el franquismo en una realidad política persistente, algo que, pese a ser falso, alimenta con facilidad un ignorante descrédito nacional en el exterior.

La pervivencia de la momia delata una incapacidad colectiva para ajustar cuentas con nuestra propia historia.

Reducir a Franco a un accidente, del que nos repusimos con lo que nos gusta considerar como una Transición ejemplar, no cancela lo ocurrido. Los hechos, y más los ominosos o nunca esclarecidos, resisten a la mera función vegetativa del tiempo, a la que resulta imprudente confiarlo todo. Disipar la sombra de Franco se vuelve ineludible cuando revive como argumento del neopopulismo para deslegitimar el empeño mayoritario en un nuevo momento de la historia, cuando sirve para cuestionar las raíces de la propia democracia. Sánchez se revalida como un desmedido oportunista al aprovechar la precaria posición de su Gobierno para marcar un corte con el franquismo de enorme fuerza simbólica.

Lo que vendrá después de que Franco vaya a donde decida su familia -quien al amparo de la misma cautela colectiva en no airear el pasado se sostiene con un patrimonio nutrido con la rapiña al Estado- es una incógnita. Resulta dudoso que el Valle de los Caídos llegue a ser alguna vez espacio común de una memoria compartida y parece más plausible que solo se redima sobre la ruina y, esta vez sí, la auténtica voluntad de olvido.

Compartir el artículo

stats