La inclusión de Festivales de España en los programas de la Peregrina a partir de 1960 supuso un salto cualitativo muy importante, que enriqueció mucho su oferta cultural. Desde entonces pasó a ser otra bien distinta, bastante más rica y también más acorde con el rango de capital de provincia que los pontevedreses defendían a capa y espada.

Impulsados y acogidos bajo el paraguas protector del Ministerio de Información y Turismo desde mediados de los años 50, aquellos festivales de teatro, música y danza, no estaban al alcance de cualquier ayuntamiento. Es decir, que no bastaba con firmar unos contratos y pagar sus tarifas.

Habitualmente, la solicitud tenía que seguir el procedimiento establecido y recibir el visto bueno de la comisaría responsable. Aceptada su inclusión en cada programación anual, el Ministerio ofertaba a los ayuntamientos unas actuaciones en paquetes cerrados, con sus tarifas correspondientes y unas fechas posibles. Todo debía encajar bien para llegar a buen puerto.

Lo difícil era entrar por primera vez en la endiablada mecánica y conocer su intríngulis especial. Luego ya iba todo rodado, miel sobre hojuelas. Eso lo supo muy bien el alcalde Filgueira, principal impulsor de la selección de Pontevedra para formar parte del circuito artístico de Festivales de España.

Tras ponerse al frente del Ayuntamiento, el nuevo regidor creó una Junta de Festejos y Turismo que enseguida se marcó dos objetivos felizmente cumplidos esenciales: poner en marcha un Festival de la Canción Gallega y lograr la inclusión de Pontevedra en la programación de Festivales de España.

A pesar de su origen vigués, que podía levantar alguna que otra suspicacia, el delegado provincial de Información y Turismo, José Mª García Cernuda -padre de la periodista Pilar Cernuda- apoyó con firmeza la iniciativa del Ayuntamiento, y el acuerdo se cerró con una visita del director teatral, José Tamayo, hombre fuerte de Festivales de España.

Durante los dos primeros años, las actuaciones se centraron en teatro y zarzuela, las opciones preferidas por los pontevedreses. No obstante, también hubo un hueco para el ballet, un arte más minoritario. El Ballet del Theatre de París y el Ballet Español Portillo, se incluyeron en aquellas primeras programaciones a precios asequibles a todos los bolsillos.

Precisamente su elevado coste no fue óbice para que Filgueira insistiera en su carácter popular y, por tanto, en la necesidad de fijar precios bajos. Las entradas más caras entre 40 y 30 pesetas, y las más baratas entre 15 y 10 pesetas, se mantuvieron durante los primeros años. Incluso el alcalde reservaba unas entradas gratuitas para distribuir entre las familias con menos recursos, de acuerdo con el Padrón de Beneficencia, y entre los niños acogidos en el Hogar Provincial.

Pontevedra se convirtió en la ciudad de Galicia que promovió más espectáculos de Festivales de España. Sin embargo, pasado dos años no había recibido una sola peseta de subvención ministerial, pese a las promesas recibidas. El alcalde se sintió burlado, promovió una protesta incendiaria y amenazó a Madrid con renunciar a su contratación.

El destino siempre caprichoso se puso de lado de Filgueira en aquella cruzada porque en julio de 1962, Manuel Fraga y Pío Cabanillas accedieron a la cúpula del Ministerio de Información y Turismo. Su influencia resultó patente. A finales de aquel mismo mes, la Comisaría General de Festivales de España ratificaba al Ayuntamiento una estupenda programación en Pontevedra, acompañada por una subvención de 100.000 pesetas, que ya no faltó más en los años venideros.

Obviamente, el mes de agosto resultó siempre el más solicitado y hubo que hacer encaje de bolillos para ubicar los Festivales de España dentro de las fiestas de la Peregrina. Por esa dificultad insalvable, sus espectáculos siempre iniciaban la programación entre finales de julio y principios de agosto.

La cordial relación entre los ayuntamientos de A Coruña y Pontevedra favoreció una buena coordinación de sus agendas: el calendario de Festivales de España en Galicia casi siempre comenzaba en Vigo; de allí pasaban a A Coruña y luego terminaban en Pontevedra.

Con algunas excepciones muy puntuales, que no salieron especialmente bien, el Teatro Malvar y la Plaza de Toros albergaron todos los espectáculos durante los primeros años 60. De esa forma, cualquier inclemencia climatológica que impedía una actuación en el coso de San Roque se trasladaba al Malvar sin necesidad de suspensión alguna.

La inauguración del Pabellón de los Deportes no solo permitió su utilización por Festivales de España desde 1968, sino que pasó a convertirse en el lugar de referencia para todos los espectáculos por decisión del nuevo alcalde, Ricardo García Borregón.

Tanto la visibilidad como la sonoridad del contenedor deportivo que diseñó Alejandro de la Sota, resultaron plenamente satisfactorios, al tiempo que aportó igualmente un aforo superior. Su estreno por el Ballet de la Ópera de Bucarest el 29 de julio de aquel año satisfizo las mejores expectativas.

Por allí pasaron desde Los Bravos, Julio Iglesias o Los Brincos, hasta el grupo norteamericano Viva la gente.

La relación de Festivales de España con Pontevedra se rompió bruscamente en 1973; hace por tanto 45 años. Un pleno municipal presidido por el alcalde Augusto García Sánchez acordó por unanimidad rechazar el programa enviado desde Madrid. Ni las fechas ofertadas los días 10, 17 y 19 de julio parecieron apropiadas; ni tampoco convencieron los carteles compuestos por el Teatro Español de Madrid, un ballet clásico y la compañía de Antonio Gades, por un montante total de 626.000 pesetas. Los ediles pontevedreses también consideraron dicho precio muy elevado.

Recién nombrado director general de Cultura Popular, aquel "desprecio" del Ayuntamiento molestó no poco a otro pontevedrés de pro, Manuel Blanco Tobío, quien no se cortó un pelo en criticar la decisión municipal. Pero no hubo marcha atrás.

Entonces se truncó para siempre aquel maridaje y los programas de las fiestas de la Peregrina tomaron otros derroteros.