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Ceferino de Blas.

Teoría de la ciudad estado de Vigo

El proceso de formación del Vigo moderno ha sido complejo, dilatado en el tiempo y plagado de dificultades. Pero ha conseguido el objetivo que persiguió durante más de un siglo: ser una ciudad estado.

Un concepto que hay que interpretar en sentido amplio, de ciudad diferente, autosuficiente y con capacidad de decisión.

No es a lo que aspiró cuando en el trienio liberal (1820-23) se convirtió en capital y dio nombre a la provincia o cuando volvió a serlo, por breve tiempo, en 1840. En ambas ocasiones pretendía seguir el proceso habitual: ser capital administrativa.

Pero esas decepciones crearon la oportunidad para perseguir un status diferente: el liderazgo "de facto" en la provincia y también en el antiguo Reino de Galicia.

Condición indispensable era ampliar el territorio, unificando las viejas parroquias que lo formaban, que le fue negado en 1836, cuando se constituyeron los ayuntamientos de nueva planta, tras la división provincial, decretada el año anterior.

Pese a que las voces más cualificadas abogaban por que Vigo fuera un solo municipio que abarcase el territorio próximo de Teis, Bouzas y Lavadores, se desoyeron. Prevalecieron los intereses particulares de aquellas zonas, y fueron ayuntamientos independientes.

Es desde la segunda decepción, al no ser capital de provincia, cuando se gesta la conciencia cívica de superar la situación administrativa inalcanzada, y convertirse en la ciudad más importante del Noroeste.

La fuerza para conseguirlo radica en su sociedad civil, más ágil y dinámica que las sedes administrativas funcionariales.

Las instituciones que cohesionan la ciudadanía son el Ayuntamiento y la Iglesia. El liderazgo de los alcaldes es capital, porque no existe ningún otro poder que se interfiera. Trazan las directrices y conducen la ciudad hacia el objetivo.

El segundo pilar es el eclesiástico, ya que la vida viguesa gira en torno al templo de Santa María -patrona de Vigo- y al Cristo de la Sal, que aglutina la devoción popular y es el principal símbolo.

Una prueba de que Vigo había descartado ser sede administrativa es su renuncia a competir por la capitalidad autonómica, en 1988, siendo la mayor urbe de Galicia.

La coherencia es parte de la idiosincrasia y manera de ser de los vigueses que fraguaron el proceso hacia la ciudad nueva.

Había que conseguir la unidad territorial. Vigo necesitaba crecer, agrupando las parroquias del entorno, que incrementasen la población, agrandasen su superficie y sumasen sinergias económicas.

Lo consiguió en 1868, con la llegada de la "Gloriosa", al integrar los ayuntamientos de Bouzas y Lavadores. Pero duró poco, ya que el Gobierno central repuso la anterior situación de tres municipios.

La nueva frustración no hizo desistir a la ciudad de su propósito. En 1904, incorpora a Bouzas, y en 1941, a Lavadores.

Ya en la segunda mitad del siglo XX, refuerza el proceso de liderazgo con la consecución, en 1959, de la sede episcopal -Obispado de Vigo-, y en 1999, de la académica, al crearse la Universidad de Vigo, con campus en Ourense y Pontevedra.

El remate llega en 2005, al ser designada sede comunitaria para albergar la Agencia Europea del Control de la Pesca.

Nada ha llegado por generación espontánea. Ha sido un proceso largo y arduo que Vigo superó con tenacidad, preparación y resolución.

La anexión territorial había comenzado con las Cíes, un hito que merece ser recordado en los días de máxima demanda anual de visitantes. Y por el carácter simbólico que reviste.

Ocurrió en 1840. Era alcalde Ramón Buch, un destacado empresario, que pidió y obtuvo permiso para construir una fábrica de salazón en la isla de San Martiño.

También se le adjudicó a otro empresario en la playa de Figueiras. Pero al no pagar impuestos, Baiona y Vigo reclamaron la titularidad, y fue cuando se dirimió. El Ayuntamiento de Vigo demostró que las islas no estaban abandonadas, y empezaban a poblarse con vigueses.

Con esta argumentación, la reina Isabel II adjudicó a la ciudad la pertenencia de las Cíes, pero con una condición: debían confeccionarse los planos del archipiélago.

Como suponían mucho coste, el Ayuntamiento utilizó los que había preparado Taboada Leal para su libro "Descripción topográfica e histórica de la ciudad de Vigo".

Con el pago de los planos Taboada publicó la primera historia de Vigo, y la ciudad consiguió las Cíes. Antes se llamaban islas de Bayona.

Ahora, las Cíes se han convertido en la última ambición viguesa para añadir otro galón a su estandarte de ciudad estado: ser Patrimonio de la Humanidad.

Por historia, al archipiélago le sobran méritos para obtenerlo. Pero a Vigo, como queda dicho, nunca se le regala nada.

P.S.

Las dos razones de este artículo. Primera, el miércoles se celebra la Patrona de Vigo. Segunda. El profesor X. Miguel González, que hace un cuarto de siglo publicó con Lalo Vázquez Gil el libro "Os alcaldes e os concellos de Vigo", prepara la nueva versión. Es, a la postre, la historia de los constructores de la ciudad estado de Vigo.

*Cronista Oficial de la Ciudad

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