Las mujeres empiezan a crear ya más empresas que los hombres en la comunidad, según certifica una investigación realizada por un equipo de economistas universitarios gallegos, aunque por debajo del promedio español. La paridad de género en la actividad emprendedora evidencia la progresiva y plena integración de la mujer en el mundo del trabajo. Un dato positivo que podría serlo aún más si los gallegos, varones y féminas, damas y caballeros, nos despojásemos de nuestros complejos a la hora de montar un negocio. El temor al fracaso y la escasa confianza en nuestras propias capacidades actúan todavía como un potente inhibidor. La realidad, sin embargo, demuestra una y otra vez que hay mucho recelo sin fundamento que hay que combatir. Y que las administraciones deben coadyuvar con mayor énfasis a su viabilidad, abriéndoles puertas para crecer. Porque se puede hacer mucho más.

Galicia tiene una tasa de emprendimiento por debajo de la media nacional. En torno al 4% por ciento de la población trabaja en estos momentos, o lo ha hecho durante los últimos tres años y medio, en la puesta en marcha de un negocio. La media española es del 6,2 por ciento y ya de por sí es baja en relación a la europea, que se sitúa en el 8,1 por ciento. Los datos se extraen del informe Global Entrepreneurship Monitor (GEM) España 2017-18, un estudio que recoge la información más reciente relacionada con el ecosistema emprendedor español. La comunidad no posee recursos excepcionales, pero sí tan buenos como los que puede ofrecer cualquier otra región de España y más que muchas; tampoco pone barreras fuera de lo común. Sin embargo, no percibimos esas oportunidades con la claridad que lo harían otros y nos retraemos. Somos, en este sentido, nuestro peor enemigo.

Galicia está en el grupo de cola en estudiantes que aspiran a montar un negocio. Los universitarios que quieren ser funcionarios duplican a los que apuestan por emprender. Solo un 18% de quienes estudian en los campus gallegos confiesa tener alguna inquietud emprendedora, ocho puntos menos que la media estatal, según el estudio Educa 2020 sobre liderazgo emprendedor e innovación en la universidad española.

Que solo uno de cada diez opte por fabricarse su propio medio de vida sitúa a los jóvenes gallegos entre los menores emprendedores de España. Un 36% piensa en opositar, el porcentaje más alto de las zonas de España analizadas. De hecho, también el índice de los gallegos que se consideran con talento y aptitudes para crear una empresa está por debajo del nacional. Los campus sostienen que ya forman a los alumnos para el emprendimiento pero que la tendencia tarda en calar.

El factor determinante del emprendimiento es la formación. A la hora de invertir hasta lo que no se tiene en la materialización de un proyecto empresarial resulta indispensable que la persona tenga la convicción de que se encuentra en posesión de los conocimientos y habilidades imprescindibles para salir airoso. Incluso aunque a la postre resulte incierto.

Galicia es la décima comunidad autónoma por población activa con formación superior, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística. Sin embargo, nuestras tasas de emprendimiento son discretas. El problema no es solo de capacitación. También de actitud, de autoestima. La desconfianza en nuestros méritos dispara el recelo. En dosis adecuadas y bien gestionado, el miedo lleva a la prudencia y tiene un benéfico efecto protector. En exceso o mal administrado, conduce a la parálisis. Lo más triste es que se trata en muchos casos de un miedo infundado.

En la comunidad hay potentes multinacionales que están incorporando talento gallego para competir en el mundo. El sector de la automoción es buen ejemplo de ello. Las ingenierías de aquí hacen negocio en los cinco continentes. Con otros sectores, desde el textil, al marino, al científico, al metalúrgico, al aeronáutico, ocurre lo mismo. Encontramos modelos a seguir dentro del territorio, pero también fuera. Algunas de las mayores fortunas de América Latina fueron amasadas por emigrantes gallegos.

El talento gallego busca fuera las oportunidades laborales que no encuentra en casa. Muchos querrían volver a Galicia y montar aquí sus proyectos o sus empresas. Pero para ello hay que generar un ecosistema que propicie ese retorno, para que su talento revierta en el desarrollo de la comunidad que los formó.

No conviene instalarse en la autocomplacencia: que Galicia sea en los últimos años la segunda comunidad donde más crecen los jóvenes con estudios superiores no puede ser óbice para revisar si tanto la Universidad como el conjunto del sistema educativo están transmitiendo o contribuyendo a generar cultura emprendedora. Tampoco ahondar en el pesimismo. Emprender puede ser una salida natural a los estudios, y no solo a los de base tecnológica.

Pero para ello hacen falta administraciones que allanen el camino y más gallegos sin complejos dispuestos a emprender. Poderes públicos que les ayuden, porque hay caminos para hacerlo sin caer en la subvención fácil. Propiciando un entorno favorable que estimule estas pequeñas iniciativas empresariales y que las haga viables y eficientes. Para que los emprendedores puedan tejer negocios que se consoliden y se hagan competitivos. Esa esa es, en definitiva, la meta.