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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

La UE nos toca los relojes

En un arrebato de democracia asamblearia y cibernética, la Comisión Europea está preguntando en su web a los ciudadanos si quieren o no que la UE deje de tocarles los relojes. Los interesados tienen de plazo hasta el 16 de agosto para opinar si están a favor de que se suprima o se mantenga el cambio de hora que se ejecuta de oficio en el último domingo de marzo y el último de octubre.

No se trata de una cuestión menor, aunque esté pasando más bien inadvertida. Los gobiernos de la Europa comunitaria -que, por cierto, tiene tres husos horarios diferentes- ejercen el singular hábito de robarnos una hora de sueño en primavera y devolvérnosla allá hacia finales del otoño.

El pretexto más bien torpe que invocan los gobernantes para darle marcha adelante y atrás al reloj es la necesidad de ahorrar unos cuantos millones en la factura eléctrica. No les importa que lo poco que economicen en kilovatios se haga a cuenta de dilapidar la salud de los ciudadanos, con el consiguiente gasto en somníferos, ansiolíticos y demás pócimas tranquilizantes.

La costumbre de cambiar de hora dos veces al año fue adoptada a raíz de la crisis económica de la década de los setenta, cuando la morisma propietaria de los pozos de petróleo se conjuró para ponerle crudas las cosas al infiel Occidente, cerrándole el grifo del crudo vital para la subsistencia de sus industrias.

Frente a ese ataque sarraceno, los países de este lado del hemisferio abordaron la emergencia con medidas de ahorro tales que la reducción del alumbrado público, la invención de sistemas para reducir el consumo y -por último- el cambio bianual de hora con el fin de aprovechar al máximo la luz diurna. Cuatro décadas después, el único y anacrónico residuo que queda de aquel combate es la obligación de adelantar y atrasar una hora los relojes.

Sensatos por una vez, los burócratas de la Unión Europea admiten que el ahorro de energía obtenido con este baile de horas es "marginal", aunque ese había sido precisamente el motivo que se adujo en su momento. En cambio, el impacto sobre los biorritmos de la población "podría ser más importante de lo que se suponía", de acuerdo con los estudios realizados por la propia UE.

Esto ya lo venían diciendo, en realidad, muchos médicos que reputan de dañinos para el correcto equilibrio psicofísico de la población los cambios de hora y de ciclo biológico a la que la sometían sus gobernantes. También la Comisión Europea parece haber llegado ahora a la conclusión -o al menos, la sospecha- de que los cuatro duros que se ahorran en energía eléctrica hay que gastarlos después en medicinas.

Los gerifaltes al mando podrían haber optado por suprimir, sin más, los cambios de hora dejando a los relojes y a los ciudadanos en paz; pero, por lo que se ve, prefieren alargar el trámite. Para ello han lanzado la consulta que desde el pasado 4 de julio y hasta mediados de agosto permite a los europeos opinar -con el correspondiente formulario online- sobre la pertinencia de seguir con el sistema actual o contar con una misma hora durante todo el año.

Infelizmente, el referéndum horario, que parece lo más guay y asambleísta, tiene un carácter meramente consultivo. Digan lo que digan los votantes -o más bien, opinantes-, la decisión sobre el asunto la van a tomar los políticos de la UE. E igual insisten en seguir tocándole los relojes a la gente.

stylename="070_TXT_inf_01"> anxelvence@gmail.com

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