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¿Hasta cuándo?

Si el asunto no fuera tan grave, el encuentro de Helsinki entre los mandatarios de Estados Unidos y Rusia, Donald Trump y Vladimir Putin, bien podría acogerse al título de la novela de Pierre Choderlos de Laclos, "Las amistades peligrosas", o a una comedia paródica de guerra fría de Billy Wilder.

Cuando se recuerdan las cumbres entre Roosevelt y Stalin, Reagan y Gorbachov, estremece reconocer el temerario rendimiento de Trump ante Putin. Una circunstancia que se agrava cuando el presidente norteamericano acababa de dar un portazo a sus tradicionales aliados occidentales durante esa ráfaga de vientos que ha sido su visita a Europa.

Para no enturbiar el inicio de esta buena amistad, Trump ha olvidado la anexión rusa de Crimea, la abusiva política hacia Ucrania, la violenta intervención en Siria, los sospechosos encuentros de agentes rusos en suelo británico. Pero, lo que es más grave, Trump ha deslegitimado a sus agencias de inteligencia, al FBI y al Departamento de Justicia en relación con las injerencias rusas en las últimas elecciones.

Hasta Putin debió acudir en auxilio de Trump cuando un periodista preguntó al norteamericano si había condenado la anexión a Crimea, ante su silencio, Putin respondió "claro que la condenó". No es de extrañar que figuras relevantes del Partido Republicano manifestaran su repudio ante la actuación de Trump, y han advertido que el presidente ha olvidado cuáles son sus enemigos.

A su regreso a Estados Unidos, como un niño cogido en falta, ha declarado que todo fue un malentendido y, de nuevo, culpó a la prensa de publicar noticias falsas. Más de lo mismo. ¿Hasta cuándo?

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