¿Puede no ya solo el mundo, que le es totalmente ajeno, pueden incluso sus más fieles seguidores, fiarse de una sola de las promesas de Donald Trump?

¿Puede confiar cualquiera en su sano juicio en un individuo sin escrúpulos que va siempre a lo suyo y a quien no le importa afirmar en un momento, y sin siquiera pestañear, una cosa y la contraria?

Solo los estúpidos o quienes prefieren engañarse a sí mismos pueden seguir creyendo sus estúpidas promesas o aceptar sus intentos de chantaje? Un individuo que no duda un segundo en humillar a sus supuestos aliados, que no admite que nadie le contradiga y solo se siente a gusto con autócratas y dictadores que le bailen el agua.

Donald Trump ha traicionado a todos: a los trabajadores norteamericanos en primer lugar, a quienes engañó diciéndoles que trabajaría para ellos cuando solo lo ha hecho para sí mismo, su familia y para sus amigos ricos.

A los servicios de inteligencia, a los que ha puesto una y otra vez en evidencia ante el mundo, desautorizando continuamente sus esfuerzos por averiguar si hubo o no injerencia rusa a favor suyo en la pasada campaña presidencial.

A la democracia y sus instituciones, propalando desde la más alta magistratura todo tipo de mentiras, fomentando entre sus compatriotas el odio y el racismo, convirtiendo siempre en enemigo al adversario político.

Ha traicionado también a eso que llamamos Occidente, a sus aliados de la OTAN, y sobre todo a quienes más esperaban de él: los polacos y los bálticos, que ya no sabrán si fiarse más incluso del detestado Vladimir Putin que del "amigo americano".

Trump ha traicionado a todos.