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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los cegatos

Han dicho, o así se ha interpretado, los presuntos líderes del municipalismo de En Marea, que la clave política de cara a las elecciones de junio no es tanto el proyecto -o la ideología- cuanto la urgencia de acabar con los debates internos. Y no es una mala observación, sobre todo si se considera que eso que pasa dentro de la confluencia no es percibido por las opiniones pública y publicada tan sólo como lo que defienden los que están dentro sino como una disputa por el poder. O quizá como una simple pelea, de esas que el espectador votante no suele perdonar.

(Claro que, aparte de los dichos de unos y otros, están los hechos, de los que un clásico afirmó que son tozudos. Y esos demuestran que hay ahí bastante más que un "debate interno". La exigencia de Compostela Aberta, que es junto a la coruñesa Marea Atlántica, el elemento más potente de EM, reclamando la renovación de la dirección es más que un síntoma. Y la advertencia de Xosé Manuel Beiras acerca del riesgo -"si pasa estamos perdidos?"- de intervención en la política local se asemeja a una sentencia. Pero no de las literarios: de las otras.)

La cuestión para hallar una salida que satisfaga -o al menos no agrave la situación- a todos es, desde el punto de vista de no pocos observadores, no tanto el concepto abstracto del "poder" cuanto su práctica. Y además, de forma diferente dependiendo de que se ejerza en el ámbito general o en el municipal. Los alcaldes, que parecen personificar -aunque con matices y cierta tendencia a los desmarques ocasionales- una de las corrientes en conflicto, amagan con tensionar aún más la situación, pero no acaban de decidirse. Y como se creen en ventaja, ahora aprietan.

Y se dice que el sector municipal de En Marea se cree con ventaja no sólo por la importancia política y estratégica de las ciudades que gobiernan, sino porque manejan presupuestos considerables y en consecuencia van a disponer de herramientas electoralmente claves. Pero dependerá de su gestión y, acaso sobre todo, de la ilusión que levanten entre su público y los indecisos. Y, por ahora, eso no acaba de demostrarse, aunque las encuestas no les diagnostican un desgaste importante. Pero como aún es pronto para los augurios, deberían ser prudentes.

Dicho todo lo anterior, y mientras se sustancia lo que por ahora ocupa a la dirección, orgánica o práctica, de EM como lo que, agotada casi una legislatura local, la confluencia dice significar -según sus oráculos, renovación de las estructuras y saneamiento de la vida pública- no llega a apreciarse por la gente del común. Cierto que algunas cosas cambiaron, pero no todas para bien si no, sobre todo, varias para mal; y no tanto porque resulten extrañas ciertas maniobras de favoritismo contractual sino porque ahí escandalizan más. Y lo saben, pero no lo remedian.

Alguien dirá que eso de los escándalos no se corresponde con las tendencias de las encuestas y que, por tanto, debería matizarse. Pero lo primero es medible y lo segundo solo estimado, y en política, especialmente la municipal donde todo el mundo se conoce, suelen aparecer sorpresas a la hora de a verdad. De ahí que los alcaldes "mareantes" vean riesgos, aunque sólo los atribuyan a líos internos: deberían saber que los externos, que niegan, son aún peores. Ocurre que el refrán, que advierte que no existe peor ciego que el que no quiere ver, se olvida entre algunos que se creen más sabios que la tradición. Y eso se paga.

¿Eh??

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