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Luis M. Alonso.

sol y sombra

Luis M. Alonso

Ratafía y gestualidad

Entre licor y mapas, Torra busca la autodeterminación

Los políticos han asumido una peculiar ceremonia de la gestualidad como arte supremo de la expresión. Aparte de eso, apenas nada. Del buen manejo de las tiempos y del diálogo constructivo y posible, hemos pasado en el mejor de los casos a un minué de intenciones que confirma fundadas sospechas de adolescencia entre la clase dirigente encargada de los asuntos públicos.

Si Revilluca suele caerse por Madrid, como Paco Martínez Soria, con unas anchoas de su tierra, Torra ha decidido condensar la voluntad independentista catalana en una botella de ratafía, unos mapas y un libro sobre el Valle de Arán, que a su vez reclama separarse de los separatistas. No es fácil interpretar la elegía embebida de licor de payés, cuando el payés pretende representar el determinismo de un pueblo de manera obsequiosa. Luego, en correspondencia, está la visita a la fuente donde se citaban Antonio Machado y Guiomar en compañía de un presidente de Gobierno accidental que anteayer le llamaba "racista" y hoy le tiende la mano para hablar un poco de todo sin poder comprometerse afortunadamente y por ahora a nada. Solo comprometiendo las formas hasta un próximo encuentro para hablar de un nuevo Estatut. Esas formas que se han dado en llamar de manera tan grandilocuente "líneas rojas".

La ratafía es una bebida de hierbas cabezona y sin demasiado interés salvo por la catalanidad que suscita. Rat Fiat, donde se halla su origen, significa acuerdo. Con ella Torra ha querido, supongo yo, construir la metáfora del "pacto favorable" que persigue en busca de una autodeterminación sin condiciones. Pero la predestinación no existe en política, tampoco para Cataluña.

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