Vigo tiene mucha suerte al contar con una de las escasas zonas francas en España. Primero, porque es una institución con recursos y potencial para influir en la dinámica económica de un territorio. Y segundo, porque se ha ido adaptando con inteligencia al contexto, que nada tiene que ver con el que motivo su aparición. Hoy es una auténtica agencia de desarrollo local, que se sigue dedicando a ofrecer suelo, pero que hace muchas otras cosas relevantes para Vigo y para Galicia.

De forma especialmente intensa en la última década, bajo la dirección de Teresa Pisano, primero, y Teresa Pedrosa, después, ha sabido detectar carencias y oportunidades y ha abierto el abanico de actividades para tener incidencia más allá de Vigo. Un buen ejemplo de este ejercicio del liderazgo natural que le corresponde a Vigo, ha impulsado una incubadora de iniciativas empresariales tan exitosa y acertada que la propia Xunta, sin soberbia y con inteligencia, ha acabado reconociendo que era mejor dedicar sus recursos a apoyar esta idea que probar con una iniciativa propia en el área.

Por eso, el nuevo Delegado de la Zona Franca recibe una buena herencia. Con todos los ajustes que sean necesarios, creo que no deberían hacerse grandes cambios en la estrategia. Tampoco en el cuadro directivo: por su naturaleza jurídica es fundamental contar con personas con experiencia en moverse en un marco legal determinado sin que ello suponga una barrera infranqueable para impulsar actividades. Si una excelente relación con el Concello se da por descontada, es clave que se mantenga la buena sintonía con la Xunta y las otras instituciones clave de la ciudad. En particular, el puerto y la universidad. La ya larga experiencia política de David Regades puede ayudarle, sin duda, a garantizar el buen funcionamiento de esas conexiones.

*Director de GEN (Universidade de Vigo)