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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La generosidad

Dicho con todos los los respetos -como siempre-, alguien debería solicitar del presidente de la Xunta mejor explicación no tanto de qué propone o lo que piensa poner en marcha o agilizar, sino de "cómo" lo hará. La razón está en la reiteración en lo primero y el silencio en lo segundo: porque está bien que su señóría proponga alianzas a otras comunidades -incluso internacionales como la que ha planteado en Portugal- contra la crisis demográfica o por la mejora de infraestructuras, pero hay que especificar hasta dónde está dispuesto a llegar.

No es desconfianza tanto personal cuanto que institucional. O dicho de otro modo, la necesidad de disipar recientes dudas acerca de otras manifestaciones en apariencia rotundas y que, quizá porque se formulaban ante un Gobierno "amigo", eran más ruído que otra cosa. Ahora hay que ver cómo se llevan a cabo incluso los avisos que en nombre del antiguo Reino -"Galicia no tolerará?" se dice- están cursados de forma institucional a un nuevo presidente que si "amigo" no es, tampoco tiene por qué volverse enemigo. Todo depende de las actitudes.

(Conste que don Alberto Núñez no debiera molestarse porque se citen las dudas acerca de la eficacia de otras advertencias. Lo cierto es que ni las cursadas sobre los plazos del AVE han sido atendidas, ni las del Corredor Atlántico de mercancías por ferrocaril de velocidad alta ni otras varias que sería demasiado largo citar. Pero como muestra baste el último botón: las palabras vanas que denuncian los vecinos de Redondela sobre la promesa de De la Serna acerca de la gratuidad del tramo de autopista que acerca a Vigo y la villa de los puentes. Y que no son las únicas que el viento se llevó, como sabe perfectamente su señoría.)

Por eso se piden más datos relativos al alcance del aviso que se deja planteado se supone que a la UE acerca del envejecimiento poblacional y sus secuelas y al nuevo Gobierno sobre la posibilidad de efectos colaterales muy graves no solo en las palabras -matizadas- del ministro de Fomento, sino a los hechos. Uno, muy serio, la reducción de ocho mil millones presupuestados para los AVE y que ahora se necesitan para las aventuras financieras, revestidas de populismo, que se anuncian desde el maniatado equipo del señor Sánchez. Aparte, claro, eso que dicen que va a recibir Cataluña del Estado: otros seis mil millones.

Ante todo ello, y antes de que sea un hecho y no una especulación, las alianzas establecidas por el presidente Feijóo sobre la finnciación autonómica tendrán que decir algo, por la cuenta que les tiene. Sobre todo a poco que reflexionen en torno a la obviedad de que lo que se va a articular como remedio contra la inflamación soberanista habrá de pagarse con dinero de todos, y eso quiere decir más para uno y menos -mucho menos- para los demás, excluídos quizá los amigos. Y como entre los más selectos, parece, están los vascos también, quién sabe lo que supondrán las prebendas que, a mayores de las que concedió el señor Rajoy en vano, habilitará ahora don Pedro. Y ya está bien de tanta "generosidad".

¿O no?

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