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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Eliminaciones tranquilizadoras

A los que abominamos de la excesiva importancia que los medios (y sus soportes publicitarios) dispensan al fútbol y a sus intérpretes máximos, nos ha tranquilizado bastante la temprana eliminación de Alemania, de Argentina, de Portugal y en cierta medida también la de España. Y sobre todo de las rutilantes estrellas que las comandaban, empezando por la riña de dioses entre Messi y Cristiano Ronaldo, dos figuras olímpicas que tienen la habilidad de convertir en oro todo lo que tocan. E incluso lo que no tocan porque no siempre consiguen convertir sus carísimas patadas a la pelota en goles.

Quince días más de esa tabarra, con las masas patrióticas en la calle expresando sus emociones a grito pelado ante gigantes pantallas de televisión, hubiera sido demasiado. Y ya no digamos el acompañamiento vocinglero de locutores enloquecidos relatando de forma melodramática el discurrir de los partidos. Todo eso, más el inmoral seguimiento por las televisiones de unos delincuentes que se hacen llamar La Manada, el inicio de la vuelta ciclista a Francia, los encierros de San Fermín, el anuncio del traslado de los restos de Franco, la pelea por ver qué partido manipula mejor la televisión llamada impropiamente pública, la avalancha migratoria, etc., etc., hubieran convertido el arranque vacacional de julio en un bombardeo mediático insoportable.

Por suerte, no sucedió así y podremos ver lo que queda del Mundial de Fútbol con un cierto desapasionamiento. Excepción hecha, claro está, de la entretenidísima tarea inquisitorial de encontrar al culpable, o culpables, de la eliminación del seleccionado español, que hizo la maleta de vuelta a casa mucho antes de lo que se pensaba. Por lo que vamos leyendo y oyendo estos días, dos de los máximos responsables del fracaso son, por este orden, don Luis Rubiales y don Florentino Pérez, presidentes respectivamente de la Real Federación Española de Fútbol y del Real Madrid. Don Florentino es culpable porque negoció secretamente con el señor Lopetegui, en aquel momento seleccionador del equipo nacional, su contratación como entrenador del Real Madrid unos días antes de la partida hacia Rusia, distrayéndolo de su importante ocupación con una oferta multimillonaria. Y don Luis Rubiales, recién estrenado en el cargo, es culpable de no haber sabido manejar la crisis al ordenar la inmediata sustitución del señor Lopetegui por el señor Hierro, un fiel funcionario de la antes mentada Federación, con lo que echó a perder los planes estratégicos que el destituido había venido desarrollando con éxito los dos años anteriores.Sin un líder nato en el banquillo, la escuadra se desempeñó confusa en la fase clasificatoria inicial y acabó por ser eliminada en la tanda de penaltis por un seleccionado ruso de lo más vulgar.

No hay que ser un genio para explicar lo sucedido. Desde que el equipo nacional conquistó el Campeonato del Mundo en Sudáfrica hace ya ocho años, algunos de los integrantes de aquella brillante escuadra (Xavi, Alonso, Villa, Pujol, Casillas, etc.) se han retirado definitivamente o juegan en ligas menores para seguir disfrutando de los últimos buenos contratos. Y otros, como Iniesta o Piqué, están a punto de hacerlo tras una gloriosa carrera. Los llamados a sustituirlos (Isco, Asensio, Carvajal, Koke, etc.) no están a ese nivel por mucho que los alabe la crítica deportiva madrileña. Parece obvio.

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