Jacobo Cosmen y Ovidio de la Roza deberían plantearse la esponsorización del nuevo Gobierno socialista, que antes de ponerse a gestionar el país ha conformado una empresa de transportes: traslado exprés de los restos de Franco, acercamiento a su tierra a etarras y presos secesionistas catalanes, traer inmigrantes desde Alemania, procedan de la ceca o de la meca... Imaginen a Pedro Sánchez con una gorra de plato, en la escalerilla de un autobús, repartiendo frutos secos y caramelos, como si fuera Javier Gurruchaga con la "Orquesta Mondragón". "Viaje con nosotros si quiere gozar". Y "bon voyáge".
Si reflexionan con detenimiento, los últimos movimientos del presidente del Ejecutivo español tienen que ver con la movilidad, en contraposición al inmovilismo de Rajoy, que era el hieratismo y la quietud barbada. En esa clave habría que interpretar el anuncio de la subida del diésel. Al Gobierno de Sánchez no le mueven los combustibles fósiles, sino las energías verdes que riega con esmero en el jardín de Ferraz la presidenta del Partido Socialista, Cristina Narbona, con agradecimiento de Iberdrola.
Pedro Sánchez presenta sus respetos a Europa desde un avión, en mangas de camisa y gafas de sol de agente del FBI. Al contrario de los tiempos de Alfonso Guerra, en el PSOE actual el que más se mueve es el que sale en la foto. El equipo de marketing de Moncloa exhibe las manos del jefe para revelar su personalidad, en un novedoso ejercicio de prestidigitación.
Para otro día dejaremos el sainete de la designación del nuevo director de RTVE. En este asunto, al presidente del Gobierno le falta un tornillo o le sobra una Tuerca.
