A la vista de lo que parece una traslación a Galicia de eso alguien llamó el complejo oficio de los magos, ejercido de forma habitual por bastantes profesionales de la política -en el pleno sentido del término: quienes viven de ella y aspiran a mejorar sus condiciones- más vale que la gente del común esté advertida. Matizando que aquí hay experiencia de asuntos casi tan feos y tan largos como en el resto de España pero menos escandalosos que allende Pedrafita. Segundo porque sus características de lucro relativo y menor eco mediático los hicieron poco atractivos para los "justicieros", que precisan más barullo y atención.

En este punto, conviene quizá explicar que el término "magos" fue aplicado por el hecho de que éstos utilizan como elemento principal la apariencia, hacer creer a su público que algo es lo importante y exige máxima atención mientras se le distrae para conseguir el efecto deseado. Un juego legítimo en los prestidigitadores pero mucho menos en los políticos, que han reducido en muchos casos su intención primera no en denunciar un mal para repararlo sino en provocar ruido como objetivo principal porque con él confunden y dañan al adversario.

Mucho de todo ello está ocurriendo tras la sentencia del TSXG en -tras recurso contencioso administrativo de un particular- la que se obliga a la Valedora do Pobo a repetir una prueba en la que el Tribunal afirma que actuó "con desvío de poder y "arbitrariedad" en el proceso de nombramiento de una jefa de servicio en la institución. El fallo es recurrible y por tanto no tiene condición de firme, pero la Oficina da Valedora ya comunicó que se repetirá el procedimiento, pero el ruido está en marcha y la apariencia predomina, esta vez con sustento judicial.

Sin la menor intención de abrir un juicio de intenciones hacia quien ejerció su derecho de recurrir, sí que procede referirse a la virulenta reacción de la oposición parlamentaria que ha exigido la dimisión "inmediata" de Milagros Otero. Una mujer, por cierto, capaz, muy bien preparada jurídicamente y aguerrida, cuya renuncia ya pidieron grupos de izquierda acusándola de "partidismo" a favor del PP: aquella vez el ruido no fue bastante, y los magos de la oposición están en la tarea de incrementarlo para ver si en esta ocasión lograr abatir la pieza. Ya se verá si lo logran.

Para la gente del común conviene añadir algunos datos que quizá clarifiquen el auténtico interés de al menos algunos portavoces de la apariencia. La ganadora inicial del concurso fue María Puy Fraga, sobrina del expresidente de la Xunta, hija de un catedrático de Derecho y hermana del portavoz parlamentario del PPdeG. Ella está suficientemente preparada y tiene experiencia laboral; de la honestidad de su hermano y su familia nadie duda.

Hay además, otro hecho que puestos a pensar mal y crear apariencias, resulta evidente, aparte del que se considera obvio tal como que las decisiones de un Tribunal son opinables aunque hayan de acatarse: si se tratase de "colocar" a doña María Puy, han tenido tiempo y ocasiones para hacerlo sin riesgos sus allegados, de cuya inteligencia como -queda dicho- de su honradez nadie serio duda aquí. Y aunque es muy cierto que una sospecha, o una maledicencia, puede arruinar en un minuto muchos años de honestidad, el dato sólo incrementa el repudio hacia tal método.

Y una reflexión más, siempre desde la opinión personal de quien la escribe. Este antiguo Reino no puede ni debe permitirse entrar en el repugnante juego del "vale todo", incluyendo la merdée, con tal de destruir al adversario. Acaba de hacerse desde una mayoría parlamentaria que nada tiene en común salvo el deseo de aniquilar al gobierno anterior, y se hizo con apoyos políticos o de otro tipo. Lo demuestra el "caso Rajoy", cuya capacidad política se puede discutir, pero no su honorabilidad personal. Y el cambio, por lo que se ha visto, no ha sido tal en muy poco tiempo, no es sino lo de casi siempre; un trapicheo, el caro coste de los servicios prestados y la evidencia de que las puertas giratorias, de ida y vuelta, funcionan a todo tren.

¿Eh??