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la mirada

Este tren

| PPdeG. La brecha de credibilidad es un término que se acuñó en Estados Unidos durante las décadas de los años sesenta y setenta para describir el escepticismo público sobre las declaraciones y políticas de la administración de Lyndon B. Johnson sobre la guerra de Vietnam.Esta brecha de credibilidad la ha sufrido Alberto Núñez Feijóo en carne propia en la semana que se cierra. El lunes anunció que no optará a la presidencia del PP y justificó su decisión porque tenía un compromiso con los gallegos. Se presentó a las elecciones de 2016 con la promesa de agotar mandato, así que se considera atado a Galicia hasta 2020. Si pensó que iba a ser ensalzado como un político fiel a su palabra por la gran mayoría, se equivocó. Su relato no convenció a todos. Posteriormente se lamentó de que en política ya no se estila lo de cumplir los compromisos. Puede que Feijóo haya querido ser coherente y no faltar a su compromiso, pero no resultó creíble para muchos, especialmente en Madrid, que todos estos años habían advertido ambición y deseos en el líder gallego de dar el salto a la escena estatal, y ahora que tenía la oportunidad, y apoyos para intentarlo, no entendieron su renuncia. Y así se desataron las hipótesis sobre las verdaderas razones de por qué Feijóo se apartaba y no intentaba ser el sucesor de Mariano Rajoy: no le dan las cuentas para ganar el cónclave y por eso se queda en Galicia, hay un dossier oculto contra él que podría perjudicarle, no es valiente, ... ? Pasó algo más. Feijóo, el buscado, el deseado, el proclamado como el favorito, casi el sucesor natural de Rajoy, desaparecía de escena. Fue decir que no se presentaba, y al margen de las conjeturas periodistas, no hubo una cascada de dirigentes del PP lamentando su renuncia, o instándole a reconsiderar su posición. Dejó de ser el centro de atención porque había siete candidatos que ya habían ocupado su sitio. De los focos al exilio gallego. Feijóo reaccionó con una gira radiofónica el jueves para desmentir las intrepetaciones malévolas sobre su no a Madrid y dejar claro que aún tiene mucho que decir y hacer. Sugirió que había perdido "este tren" el de 2018, pero no el tren, los suyos le animaron a repetir como candidato a la Xunta, y él se dejó querer al declarar que "como mínimo" seguirá hasta 2020, y luego apuntó que si dentro de dos años tuviera la oportunidad de liderar el PP, lo intentaría, ... después matizó sus palabras, pero ya estaban dichas. Ahora queda la duda de si Feijóo perdió "este tren" pero espera que pase otro. Y surge otra incertidumbre: ¿habrá otro tren?

| PSdeG. Los socialistas interpretaron la llegada del PSOE a La Moncloa como una bomba de oxígeno para el PSdeG de cara a las elecciones municipales, y puede ser si Pedro Sánchez logra rentabilizar su gestión de gobierno como hasta ahora, pero también ha permitido visualizar el escaso o nulo peso que el socialismo gallego tiene en Madrid. La dirección del PSdeG no ha logrado colocar ningún ministro en el Gobierno. Es cierto que hay una gallega sentada en el Consejo de Ministros, la coruñesa Nadia Calviño, que nació en la ciudad herculina, pero pasó la infancia y adolescencia en Madrid y no tiene vinculación alguna con el aparato del PSdeG. Después lo intentó con el delegado del Gobierno, pero Pedro Sánchez se adelantó y apostó por uno de sus fieles en Galicia, el exalcalde de A Coruña y al que conocía de su etapa como senador, Javier Losada. Gonzalo Caballero no consiguió situar a uno de los suyos, y de pasó ofrecer un rostro nuevo, símbolo de la renovación que prometió al llegar a la secretaría general.Caballero, que apoyó a Sánchez frente a Susana Díaz y además hizo campaña por él en Galicia, no fue, sin embargo, la apuesta del hoy presidente del Gobierno para tomar las riendas del PSdeG, y la escasa sintonía entre ellos se evidencia en los nombramientos conocidos hasta hoy. A cuentagotas surgen nombres gallegos en los segundos y terceros escalafones del mapa de altos cargos, y la mayoría sin conexión con la dirección del PSOE gallego. Caballero va a carecer de una red de contactos y agentes que le puedan contar que se cuece en las entretelas del Gobierno. Además tendrá que ponerse las pilas con el Ministerio de Fomento. El ministro, el valenciano José Luis Ábalo, acaba de anunciar una auditoría de los plazos del AVE porque "algunos se dieron para quedar bien". Han saltado todas las alarmas en Galicia, donde todos somos conscientes de lo ajustadas que son las fechas prometidas. ¡Qué pena que no se comprometiera a hacer un esfuerzo, si fuese necesario, y cumplir los plazos y así, de paso, saldar una deuda pendiente con Galicia! Más suerte han tenido sus compatriotas de Valencia, pues va a eliminar el peaje en las autopistas del Mediterráneo, cuyas concesiones van a vencer en los próximos meses. Es cierto que en la AP-9 el contrato no vence hasta 2048, pero nos queda la duda, porque los políticos nos han obligado a ser desconfiados, de si también levantaría el peaje de la autopista del Atlántico si fuese la que estuviera a punto de expirar, y en el paquete no hubiese ninguna del otro lado.

| En Marea. El principal partido de la oposición sobrevive en medio de fuego cruzado, pero propio, no del enemigo externo. Ferrol en común ve mermadas sus posibilidades de repetir al frente de la alcaldía con la escisión de parte de sus fundadores, y Luís Villares, que continúa tocado por el caso Paula Quinteiro, pues no logró la dimisión de la diputada de Podemos, sigue siendo cuestionado por los suyos, pues las Mareas locales vuelven a reunirse el próximo sábado sin contar con él y la dirección autonómica. .

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