El PP afronta un julio complicado. Todavía convaleciente del mazazo de perder el Gobierno de forma súbita, tiene que elegir un nuevo líder a través de un complicado sistema que por primera vez da voz a los militantes y que no ha experimentado nunca, y el candidato mejor posicionado para reconstruir al centro-derecha -Núñez Feijóo- se ha retirado inopinadamente. Pero el PP es un partido con fuertes raíces en una España que -por principio- desconfía de la izquierda y del PSOE y tiene alergia a la subida de impuestos. Y todas las encuestas -desde la de los diarios de Prensa Ibérica a la del "ABC" o "El Periódico" de Cataluña- dejan claro que el gran perjudicado por la fuerte alza del PSOE tras la formación del gobierno Sánchez es Cs. No el PP que conserva la misma estimación de voto que antes de la censura, unos nueve puntos menos que la de las últimas legislativas.

Pese al mazazo el PP sigue siendo la segunda fuerza política y la primera del centro-derecha. De cómo salga de la elección del nuevo líder dependerá en gran parte su futuro. Núñez Feijóo era el candidato ideal. Es un PP pata negra, ha ganado tres elecciones en Galicia con mayoría absoluta, no está afectado por las tribulaciones y peleas intestinas del Gobierno Rajoy y además sabe captar votos en el centro. Pero si Feijóo ganaba -tras una no fácil batalla con Soraya- habría sido líder de la oposición pero sin acta de diputado, habría tenido que sufrir las próximas sentencias de la Gürtel, convivir con Cospedal en la secretaría general del partido y afrontar procesos electorales que no pintan bien para el PP. Ha debido pensar que si tras las generales el PP tenía que cortar alguna cabeza más valía que fuera la de Soraya, o la de Cospedal, que la suya. Tiene 56 años y va a acabar su mandato en Galicia. Después?

Ahora la batalla se centra entre las dos mujeres a las que Rajoy dio más poder. Soraya ha sido el ministro del PP con mejor imagen, tiene un perfil más tecnocrático, de alto cuerpo del Estado, que de derecha intransigente, y en las encuestas es la mejor valorada por los electores, no tanto por los militante del PP. Su gran activo es que mira al centro. Su pasivo, que sectores del PP piensan que no es de ellos, sino que se ha aprovechado del partido. Cospedal, combativa y más abierta en privado que en público, tiene el pasivo de ser vista como muy escorada a la derecha y tener por tanto difícil la seducción del centro -la asignatura pendiente del PP-, pero puede ser la preferida del aparato y de la militancia. El resultado es muy incierto pese a que Soraya es el valor más acreditado. Y ahí está Pablo Casado que, sin solidez, con desparpajo mayúsculo y dicen que alentado por Aznar, podría deparar alguna sorpresa.

El PP no tiene resuelta su asignatura de julio, pero si la aprueba tiene muchos puntos para seguir siendo el partido del centro-derecha. Es su gran activo. El pasivo es el sectarismo derechista que demasiadas veces le domina y que le dificulta recoger votos del centro liberal alérgico a la derecha impenitente.

Europa debe acoger inmigrantes, pero de forma ordenada para que el populismo no se alimente con las reacciones contrarias de sectores del electorado