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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El vacío

A la espera de que surja en el interior del PP alguna iniciativa que logre reducir las -en principio- varias opciones para suceder al señor Rajoy, quizá no estuviere de más alguna reflexión. Que parte de la opinión de quien la escribe en el sentido de que ese partido, como el PSOE, son necesarios para el equilibrio de España, sobre todo a la vista de las alternativas, que se fundamentan en la indefinición o el populismo y que no parece que sirvan para afrontar, y menos aún resolver, los graves problemas que están planteados.

En ese sentido, pues, y desde la convicción de que la estabilidad general pasa por un PP sólido, en el poder o en la oposición pero como eje básico de una alternativa, hay que reclamar de los aspirantes a liderarlo lo que Santo Domingo de Silos -tan citado aquí- reclamaba en Caspe hace siglos, como Compromiso para resolver la incógnita sucesoria en Aragón: ciencia, prudencia y conciencia. La primera para acertar en la propuesta ganadora, la haga quien la haga; la segunda para actuar -antes, durante y después del congreso- en el ejercicio del poder interno el o la que resulte elegido/a y la tercera, en fin, para que los vencidos obren pensando en el interés común de los afiliados y los votantes.

Y más valdría que nadie dudara de la necesidad de actuar conforme a esos principios generales. Hay ejemplos recientes en otros partidos que presumen de democracia interna en los que se ha demostrado que no siempre el que logra la mayoría aritmética tiene la razón ni representa la auténtica voluntad de sus electores expresada en urnas. Y si el PP cierra este ciclo repitiendo los mismos errores de los últimos años frente a la herencia de la corrupción sobre todo y un cierto autismo político ante la calle, está condenado, antes o después, a una agonía más o menos lenta en función de la agilidad de quienes acudan a la disputa por el botín que esperan obtener de sus restos.

Y tampoco éste resulta un pronóstico malintencionado: es más bien un punto de vista interesado, como quedó dicho, en que la sociedad española cuente con elementos de cohesión y no de enfrentamiento constante. Y para lograrlo es imprescindible que el Partido Popular acierte al llenar el vacío que padece y en el que lo ha dejado sumido la por otra parte elegante retirada de don Mariano. Puede que suene a reproche y quizá lo sea, pero ninguno mejor que él sabía como estaban las cosas y lo arriesgado que era irse sin al menos un plan de coyuntura.

Es cierto que, si son exactas algunas especulaciones, ese plan pasaba por la figura del señor Núñez Feijóo. Pero si fue así no se notó y probablemente tampoco se explicó bien al supuesto interesado que podría, ante la declaración de absoluta neutralidad del saliente para la elección de sucesor, haber interpretado otra cosa. Y en todo caso, el vacío del PP, que hoy es mayor que antes de renunciar el presidente de la Xunta, no se va a resolver sin referentes: la ausencia de Feijóo lo acrecienta, pero no lo agrava precisamente porque otros habían entendido -antes de conocerse su renuncia- que el campo estaba libre. Y apoyar a alguien, antes o después, es lo que se ha hecho siempre, en todos los congresos, sin que se pueda dudar en serio de su legitimidad democrática. Pero eso hay que aprenderlo también. Y a tiempo.

¿No??

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