Hace mucho tiempo los soldados más temerosos antes de una batalla desarrollaron una forma ingeniosa de evitar el riesgo. Se trataba de dispararse ellos mismos al pie. La lesión no era en una zona vital y se evitaban males mayores. Que luchasen otros. Algo de eso está pasando estos días en la selección española. Un equipo de fútbol está constantemente expuesto a acontecimientos a su alrededor que pueden desestabilizar el mejor estado de los jugadores para competir. Puede que sea una mala relación de pareja en casa, las declaraciones de un agente, un artículo de un periodista, las malas vibraciones antes de la competición... En definitiva muchas pequeñas cosas que no pueden ser controladas por el entrenador y su entorno. Quizás por ello resulta sorprendente que la crisis de los nuestros se haya desencadenado por algo que podía controlarse. No se trata ahora de declarar culpables. No toca. Hay cuestiones más urgentes. Hay que resolver la situación. La clave para salir lo mejor posible de esta incertidumbre la tenían los jugadores. Habría que haberles preguntado cómo veían la situación. Si confiaban todavía en Lopetegui y su propuesta de juego, yo lo tendría claro. Debería haber seguido. Su marcha acentúa todavía más la crisis del equipo. Si, por el contrario, hay una pérdida clara de confianza y de creer en las posibilidades de ganar el Mundial, toca hacer un cambio. Por lo que sabemos parece que hay más de lo primero que de lo segundo. Rubiales también se ha disparado al pie. Al pie que quedaba sano. La decisión no es la mejor, por más que puede doler la mala gestión que han hecho del fichaje el Real Madrid y Lopetegui. Conviene recordar que antes de la Eurocopa de 2008, Luis Aragonés anunció su marcha a un equipo turco al finalizar la competición. Ya saben lo que pasó en esa competición. Me temo que los egos de unos y otros han dejado al margen el objetivo del equipo. No es la mejor disposición para comenzar el Mundial. Desde luego. Confiemos en que el buen hacer de Hierro y la fortaleza del grupo para protegerse de tantas situaciones extrañas sume en la dirección contraria. A veces tener un enemigo externo es la mejor manera de cohesionar a un grupo. Si malo es que un soldado se dispare a un pie, peor es que lo haga todo el batallón. Dejemos algo para los rivales.

*Profesor de Fútbol. Universidad de Vigo