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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los trámites

En este momento del año -y de la legislatura- no deja de sorprender que una buena parte de la clase política gallega, y tanta o más de la patronal, siga preguntándose, siquiera en privado, por las razones del éxito portugués en la captación de inversiones. Especialmente en la parte norte del país, donde en el último bienio, o antes aun, se han ubicado empresas con origen galaico o que en principio tenían previsto instalarse en la ribera superior del Miño. Y que van a más, a pesar de los esfuerzos imaginativos que la Xunta dice haber realizado para competir.

En este punto quizá proceda matizar que no se niega el intento del gobierno que preside el señor Feijóo, pero también cumple subrayar que no han sido un derroche de audacia ni de flexibilidad. Y baste recordar que no hace mucho tiempo que se anunció, y solicitó del tejido municipal, la agilización de los trámites administrativos que aquí todavía retrasan, o simplemente asfixian, los intentos de la iniciativa privada, aunque solo sea por el hecho de que cubrir los requisitos de las Administraciones supone un retraso notable y más dinero para compensarlo.

Dicho lo anterior, y tras citar el dinero, es preciso no olvidar otra cuestión que proporciona ventaja a Portugal: la rebaja de impuestos de diferentes tipos que las autoridades de Lisboa han sugerido a sus municipios, compensando después sus arcas de diferentes formas para atraer inversiones. Una iniciativa que allí funciona y aquí parece que no: Galicia lanzó una de ese tipo, pero las finanzas de los concellos no están precisamente para echar cohetes, especialmente si se piensa que para las elecciones locales falta solo un año. Y por aquí el que no corre vuela.

Así las cosas, es relativamente fácil resumir las soluciones que no acaban de encontrar en esta orilla ni los políticos ni los patronos: la agilización de los trámites y la suavización de la carga fiscal son mano de santo. Y harían maravillas en Galicia, si ambas se desplegaran a la vez y con decisión. Pero para eso haría falta una cultura política como la portuguesa, que -heredada de la británica- pone en lugar preferente -y los pactos- el interés general. Es decir, exactamente lo contrario de lo que hacen las gentes gallegas del oficio.

Los resultados globales se han señalado en el introito, pero no estará de más insistir en que, en un tiempo relativamente breve, el norte de la antigua Lusitania ha recortado de forma muy notable la aparente ventaja que a Galicia le daban, por ejemplo, sus mejores vías de comunicación terrestre. Y conste que insistir en este asunto -que no ha mucho se refería a las iniciativas turísticas lusitanas- no significa hostilidad ni envidia, que en todo caso sería sana, hacia los vecinos: solo a tratar de recordar que, como advierte el refrán, "camarón que se duerme se lo lleva la corriente".

¿No...?

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