Recuerdo cuando vi por primera vez a Anthony Bourdain en "No Reservations", su programa de Travel Channel. No era difícil percibir el magnetismo que desprendía el personaje. Viajaba, escribía, comía y bebía. ¿Qué más se podía pedir? Años antes había sido heroinómano; trabajó de cocinero en diversos establecimientos hasta que consiguió ser el chef de Brasserie Les Halles, un restaurante francés que estaba situado en el sur de Manhattan, en ese Nueva York perdido con el que tanto se identificaba y lo identificábamos.

Bourdain puso de moda el "conocer la cultura a través de la comida", generando toda una escuela de imitadores que gracias a él parecían haber redescubierto su trabajo soñado, y revolucionó el periodismo gastronómico con Kitchen Confidential, la gran crónica sobre la industria de la cocina -originada en un ensayo publicado en The New Yorker en 1999- que ya ocupa un lugar entre los clásicos. Pero fue la televisión lo que hizo que se transformara en una celebridad. En "Parts Unknown", de CNN, continuó expandiendo la mirada hacia lugares que no suelen visitarse precisamente por su gastronomía.

En sus reportajes, Bourdain animaba a los espectadores a que exploraran lo desconocido, a que trataran de disfrutar de otras culturas sin apropiarse de ellas, probando de todo y bebiéndoselo todo, pero sin obviar los conflictos políticos y su dimensión humana (los episodios que realizó en Gaza e Irán demuestran la necesidad de aproximarse a lo segundo para comprender mejor lo primero), redefiniendo el concepto de viaje y desafiando las viejas convenciones del turismo. "No hay nada más político que la comida -le dijo a Food & Wine- ¿Quién come y quién no puede comer? ¿Por qué la gente cocina lo que cocina? Esto siempre forma parte de una larga historia, a menudo dolorosa".

Se recorrió el mundo presentándose como un rebelde al que le habían dado otra oportunidad. Y no la desaprovechó. Anthony Bourdain era, sobre todo, un vitalista inteligente. Un superviviente lúcido. Esta semana, sin embargo, nos despertamos con la noticia de su suicidio en un hotel de Estrasburgo. Michael Balint decía que todo aquel que huye de algún lugar se dirige inexorablemente hacia otro. Nos cuesta mucho entender que la muerte pueda convertirse en uno de los posibles destinos, especialmente si la persona que decide optar por ella dio más sentido a nuestra lucha. Bourdain se fue a los 61 años.

Y como escribió Bryan Garner sobre David Foster Wallace cuando este último se quitó la vida: "Me hace muy feliz saber que existió ese hombre. Sus palabras me estimularon, me dieron esperanza. Ahora no estoy solo. Es extraño, ¿verdad? Que él fuera incapaz de encontrar esa esperanza. La esperanza que había proporcionado a tantos otros".