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Torra e Iglesias supuran, Ciudadanos envidia

Las primeras críticas al gabinete de Sánchez, tras las 17 promesas sobre el fetiche constitucional: todo un aviso

A Torra el nombramiento de Borrell le parece una "pésima noticia", pese a que, como es catalán, se ducha. "Mal empezamos", dijo el president al enterarse de que el exministro de Obras Públicas se encargará ahora de Exteriores. Debe de ser por eso: con toda la diplomacia del Reino a sus espaldas y la experiencia acumulada en Europa, el gran embajador será una pieza de valor inestimable para desinternacionalizar el conflicto: para hundir en el pozo de las mentiras, capital a capital, las alocadas y disruptivas ensoñaciones del círculo de Puigdemont.

Aparte, Borrell está bien visto por Cs, partido al que Sánchez restriega ahora en las narices la campaña por la unidad que hizo codo con codo con Sociedad Civil Catalana (SCC). Y, ¡ojo!, no es que se la apropie, es que también era suya: ahí estuvo siempre el PSC y su primer secretario, Miquel Iceta, que seguro que ha metido la cuchara en la cocción del Gobierno "de ministras y ministros" que ayer hizo promesa de fidelidad a la Constitución ante el Rey. Como no había crucifijo ni biblia, no hay duda: el fetiche es la Carta Magna. Incluso en esa versión federalista del texto fundamental que Sánchez ambiciona plasmar algún día y que en su gabinete representa otra catalana, Meritxell Batet, mucho más que Borrell. Que por supuesto también se ducha.

Los elogios son casi unánimes, con la excepción, claro, del PP, que sólo ve "zapaterismo" y "viejas glorias", y de Podemos. Ciudadanos alaba casi con envidia la composición del gabinete pero lo critica porque, según dice, no tiene proyecto. El proyecto del que Rivera presume, aunque no tenga partido más allá del círculo de fieles que arropa al chico maravillas, nadador de fondo que iba para medalla de oro y se quedó en el poyete con los brazos apuntando al agua.

Pero más escocido todavía anda Pablo Iglesias, que no tiene reparos en reconocer que en los nombramientos no hay gestos hacia ellos, sino sólo hacia el PP (por Grande-Marlaska) y Cs (por Borrell). Dice que Sánchez se ha olvidado de los politólogos "a las 24 horas". Su cabreo es tan evidente que se aventura más factible el entendimiento del PSOE con Cs que con Podemos.

Iglesias sigue sin entenderlo: tampoco ahora tocaba asaltar el cielo. La cosa era echar a Rajoy, que no se quería ir ni untado de podredumbre, y con ésas garantizar a Sánchez un año o año y medio de escaparate de gestión para tener alguna posibilidad de ganar unas elecciones. Algo que, desde la oposición, y después de cosechar dos veces los peores resultados de la historia de su partido, el resucitado no hubiera podido hacer jamás. En eso sí que hay que darle la razón a Rajoy.

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