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Rajoy o la impavidez del hombre elegante

Eran tiempos para la felonía. Galicia, ese lugar de la península ibérica, donde los experimentos en política tardan en llegar, se apresuraba a vivir la primera moción de censura en la era de la extinción del urogallo, tal como avanzaban las primeras agrupaciones ecologistas que comenzaban a anidar el país de nacimiento y muerte del inventor del esperpento.

Dos pontevedreses, uno originario de Pontevedra capital, Rajoy, perteneciente a una familia de cuna justiciera frente a otro de Forcarei, Barreiro Rivas, de la comarca de Terra de Montes, de familia noble, pero pobre que obliga a su hijo a estudiar en el seminario para después promocionar a centros de educación superior.

Dicen que no hay cuña peor que la de la propia madera.

Los dos amigos. Los dos militantes del mismo partido y los dos con un fuerte compromiso con su "región" uno y con su "país", otro. Lo ocurrido ya es historia. Barreiro, persona dotada sin ninguna duda para la política, enfrenta una revuelta en su propio gobierno en el que ostentaba la responsabilidad de vicepresidente de la Xunta y conselleiro de Presidencia, se ve obligado a dimitir junto con los que le apoyan; mientras Rajoy, situado en el "poleiro" de la Diputación de Pontevedra observa el desaguisado sin tener idea de lo que le esperaba. La rapidez de los acontecimientos obliga al joven presidente de la diputación a renunciar a su cargo para acudir "por responsabilidad" a hacerse dueño de la vicepresidencia que ostentaba el sustituido Barreiro. Diez meses más tarde se enfrentaba a su primera moción de censura en el Parlamento Gallego que daría paso al gobierno tripartito gobernado por González Laxe. Contaba 31 años.

Albor, conociendo ya el resultado de la votación antes de realizarse. diseña la estrategia parlamentaria dando todo el peso del debate en defensa de su gobierno a Rajoy, quien en pleno parlamentario utilizó el castellano como idioma vehicular; mientras que Barreiro hacía lo mismo, pero en gallego. Eran tiempos en los que Rajoy se introducía en el mundo de los habanos.

Eran tiempos en los que los debates se preparaban a conciencia y permitió observar a dos parlamentarios de altísimo nivel defendiendo posturas contrapuestas apoyados en la retórica y el silogismo.

Resultó un debate bronco. Albor haciendo gala de bonhomía fue el primero en felicitar a Laxe, Rajoy a continuación, también a Barreiro. Les deseó suerte en el gobierno por el bien de Galicia. Los dos amigos, a raíz de este hecho, se dejaron de ver hasta hace unos dos años.

La moción de censura madrileña no tiene nada que ver con la que acabamos de relatar. Es cierto. Los intereses son distintos. Los actores también son diferentes. Sólo se coincide en la manifiesta impavidez que aporta elegancia a este señor de Pontevedra, que es el primero en felicitar a quien deseaba por encima de todo, ser Presidente de España aunque para eso tenga que pactar con quien defiende intereses muy distintos a los que proclama su propio partido. Y otra vez, como antaño, le expresó sus mejores deseos en la gobernanza del estado a sabiendas de que los tiempos están cambiando.

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