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¿Hay vida fuera del euro?

Italia pone sobre la mesa salir del euro. Tras la crisis provocada por la negativa del presidente Sergio Mattarella a aceptar un ministro de Finanzas euroescéptico, las probables elecciones pueden convertirse en un referéndum implícito sobre la materia. El retorno a la lira no es ningún tabú.

Los dos partidos que habían alcanzado un pacto de gobierno tienen en común la devoción por el recurso de señalar enemigos de forma simplista. La Liga apunta a los inmigrantes, mientras que el Movimiento 5 Estrellas hace lo mismo con "la casta", y ambos acusan a la Unión Europea. Los primeros exigen liberar la nación italiana del yugo alemán, y los segundos oponen la gente sencilla a la burocracia europea al servicio de la Merkel. En ambas visiones, la Unión es un simple instrumento del dominio germánico sobre el resto de países miembros.

Alemania impuso soluciones de austeridad cuando la crisis financiera disparó las deudas públicas y su riesgo de impago. Si los gobiernos querían ayuda europea para evitar la quiebra, debían recortar gastos y aumentar impuestos. En algunos países el resultado fueron anemias que empeoraron a los enfermos. Pero ahora la filosofía es otra, y el Banco Central Europeo, que comanda el italiano Mario Draghi, se ha convertido en una gran máquina de imprimir euros y ponerlos en circulación para animar las economías. ¿Qué cosa distinta podría hacer una Italia "liberada"? ¿Imprimir liras aún más deprisa de lo que Draghi imprime euros? ¿Inducir un estado de euforia inyectando dinero en vena? Según los manuales, el resultado sería la inflación, hermana de la devaluación.

Dos tercios de la deuda pública italiana están en manos italianas. La tercera parte restante es de acreedores extranjeros, que querrían cobrarla en euros. Si hay inflación con devaluación, devolver los préstamos a los extranjeros sería cada vez más caro, mientras los acreedores locales, con el cambio de moneda, perderían dinero. Salir del euro equivaldría también a salir del mercado común europeo. La potente industria italiana vería alzarse el obstáculo de los aranceles, tanto para vender productos como para comprar materia prima. A cambio, una lira devaluada reduciría los costes laborales. Y para nosotros, hacer turismo en Roma sería más barato (si antes no hemos vuelto a la peseta).

O quizás los manuales (y las bolsas) se equivocan, y fuera del euro se vive muy bien. En cualquier caso, los italianos se juegan su futuro. Y el nuestro.

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