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Carlitos se va de Cuéntame. Después de 17 años y 348 capítulos, el actor Ricardo Gómez ha decidido abandonar la serie. Todo en la vida acaba. Menos Cuéntame. Pero sí acaban las interpretaciones en la serie. Las redes sociales han llorado. En las redes sociales se ha llorado, sería mejor decir. La virtud de artefactos como Cuéntame es el de contener el odio tuiteril. Conmueve, ver conmovidos, valga la redundancia, a odiadores profesionales por el hecho de que un chaval-actor abandona un trabajo para irse a otros mejor remunerados. También en muchos hogares anónimos se ha llorado. Aunque bueno, todos los hogares, salvo la casa de Bertín, La Moncloa y la mansión de Pablo e Irene son anónimos. Abuelas y jóvenes, padres y cuñados habrán lamentado la marcha de Carlitos, como si fuera su propio hijo partiendo hacia la mili o a Alemania.

Casi todos nos hemos alguna vez enfadado con Carlitos. O hemos sonreído con él. Ay, qué botarate este chico, habrá exclamado más de uno en algún capítulo, con una mezcla de cariño y reconvención. Carlitos es como de la familia. La abuela también. O más. Gran Galiana. Y Merche, Merche, pero Merche, mujer. Qué gran mujer Ana Duato. Y está Imanol, que lo ve uno en Anacleto y ya le parece menos entrañable. Imanol no es el padre de todos nosotros, es como un señor del vecindario al que uno ha visto ir progresando con los años. Al principio se veía Cuéntame para saber cómo se vivía en los sesenta o los setenta. Ya mismo la contemplaremos para atisbar cómo se vivirá en el futuro. Yo estoy muy esperanzado en un capítulo de Cuéntame en el que salgan replicantes y robots a lo Blade Runner.

Cuando Cuéntame empezó hace casi dos décadas teníamos más pelos, más ilusiones y menos partidos políticos. Menos canales de televisión, menos partidos del siglo en la retina, menos mundo conocido y alguna fe inquebrantable que se ha ido quebrando. Nadie iba por la calle hablándole a un móvil como si fuera una tostada. Cualquier día le untan mermelada. No todo el mundo era cocinero. No pertenecíamos a grupos de Whatsapp.

Esperábamos cada semana para ver el capítulo, no como ahora, que nos lo bajamos o nos lo subimos y lo vemos en el momento elegido o donde encarta. Es ese el signo de los tiempos. Pero lo que no es de este tiempo es tamaña longevidad para una serie. Cuéntame.

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