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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

Difícil equilibrio alemán entre Rusia y Ucrania

El lucrativo negocio del gas está obligando a Alemania a un difícil equilibrio entre sus intereses comerciales con Rusia y los estratégicos con Ucrania.

Me refiero al proyecto Nord Stream 2 por el Báltico que convertiría a Alemania en el mayor distribuidor europeo si Rusia dejase de exportar su gas a la UE a través de Polonia o Eslovaquia.

Aunque la empresa detrás de la construcción de ese gasoducto es la rusa Gasprom, entre sus principales promotores figuran también dos grandes grupos alemanes: Uniper y Wintershall.

El Gobierno de Kiev se opone al mismo por razones tanto políticas como económicas: en la actualidad, la mayor parte del gas ruso llega a Europa por un gasoducto que atraviesa Ucrania, que gana así unos 3.000 millones de euros al año.

Y los ucranianos, indignados por la anexión rusa de Crimea y las que perciben como intolerables injerencias del Kremlin, creen que el paso del gas ruso por su territorio es una garantía de que Putin no hará nada por estrangular esa vía porque perjudicaría también económicamente a su país.

El paso del gas ruso por Ucrania sería algo así como un seguro de vida para ese país, al que no están dispuestos a renunciar no solo porque constituye una fuente importantísima de ingresos sino porque sirve de freno a las ambiciones expansionistas del vecino ruso.

En apoyo de su polémico proyecto, Moscú argumenta que Ucrania no solo es el mayor beneficiario del peaje de tránsito de su gas por Ucrania y que este país además no invierte apenas nada en el mantenimiento de un gasoducto cada vez más envejecido, punto este último con el que Berlín está también de acuerdo.

La Gran Coalición alemana tiene fuertes intereses en la ejecución de ese proyecto con Rusia pero no quiere herir al mismo tiempo las susceptibilidades ucranianas, algo ciertamente difícil de compatibilizar.

Porque para complicar las cosas, Estados Unidos es junto a Ucrania el mayor interesado en impedir la construcción del Nord Stream 2 porque perjudicaría a sus exportaciones a Europa del gas de esquisto obtenido mediante las técnicas de "fracking" (fractura hidráulica).

El propio presidente ruso advirtió al Gobierno alemán de que como "gran negociante" que es, su colega estadounidense, Donald Trump, solo trata de desplazar del mercado europeo al gas ruso, más barato que el norteamericano.

El Congreso de Estados Unidos ha autorizado además al Gobierno a aplicar sanciones económicas contra Rusia, lo que supone una potencial amenaza para todas las empresas participantes en el proyecto gasista, también las europeas.

En una reciente reunión en la Casa Blanca con los presidentes de las repúblicas bálticas, Trump criticó a Alemania por no gastar en defensa lo que debe, sino por querer lucrarse además con ese proyecto germano-ruso.

Preocupado por tales amenazas, el Gobierno alemán trata de conseguir ahora, según el diario "FAZ", que Moscú dé garantías a Kiev de que el gas ruso no dejará de fluir por Ucrania una vez acabado el Nord Stream 2.

Y para que esas garantías tuviesen mayor fuerza, en Berlín se habla de la posibilidad de que importantes empresas energéticas europeas entrasen en el capital del distribuidor ucraniano Naftogas.

De esa forma, en caso de ruptura del contrato, Putin tendría que vérselas no solo con Kiev sino con Bruselas.

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