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Tres medidas absolutamente contradictorias

Todo parece indicar que esta vez Donald Trump ha desoído la sentencia del profesor coreano Byung-Chul Hang, que en un artículo anterior yo había considerado como un acierto: "Un poder superior es aquel que configura el futuro del otro, y no aquel que lo bloquea".

Efectivamente, el presidente de los Estados Unidos, después de lograr lo que hasta ahora parecía imposible: abrir un diálogo directo con el dictador norcoreano, se ha descolgado con tres medidas absolutamente contradictorias con lo que parecía ser el inicio de una sensata y responsable política exterior norteamericana.

En primer lugar, la autorización para iniciar unos ejercicios militares con Corea del Sur, algo que ha puesto en peligro los encuentros entre los mandatarios de las dos Coreas.

En segundo lugar, la denuncia del pacto nuclear con Irán, una decisión que da alas a los sectores iraníes más radicales y que deja sin sustento la política más pragmática del jefe de la diplomacia iraní. Además de sembrar la inquietud entre sus aliados europeos y despertar la incertidumbre en el flujo inversionista en Irán, tan necesario para el país.

En tercer lugar, alentar el traslado de la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén. Un gesto que ha revuelto el avispero en el Próximo Oriente y que ha arrojado un alto número de víctimas mortales entre los palestinos. Es evidente que Netanyahu lo ha entendido como un respaldo a su violenta renuncia a alcanzar una solución dialogada en la región. Peligrosa vuelta de tuerca. Sobre todo, porque está bañada de sangre.

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