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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

La ley del más fuerte

Interesado solo en imponer a los demás la ley del más fuerte, el presidente Donald Trump parece resuelto a hacer trizas muchos de los acuerdos logrados en el marco de la Organización Mundial del Comercio.

Acuerdos conseguidos trabajosamente a base muchas veces de dolorosas concesiones, algo de lo que fue testigo el autor de estas líneas, quien siguió muy de cerca esas negociaciones en sus años de corresponsal en Ginebra.

Inconsecuente y errático como siempre, Trump se dedicaba a despotricar contra la OMC mientras su equipo de comercio exterior presentaba reclamaciones ante el órgano de solución de diferencias de esa organización multilateral.

El objetivo claro de su Gobierno no parece otro que sembrar la discordia entre los miembros de la OMC, buscando bilaterales en lugar de multilaterales para doblegar más fácilmente a sus socios comerciales.

Amenazados por los aranceles al acero que trata de imponer Trump, algunos países como Corea del Sur y Argentina se han comprometido a reducir sus exportaciones a EE UU, y otros como Brasil podrían seguir su ejemplo.

Los EE UU de Trump tratan claramente de socavar una organización que tan bien les sirvió desde su fundación en 1995 para defender sus intereses en un terreno de juego comúnmente aceptado.

Con el simplismo que le caracteriza y que tan bien cae entre sus ignorantes seguidores, el presidente republicano culpa a las reglas establecidas por la OMC del enorme déficit exterior de su país.

Pero los superávits germanos en su comercio con EE UU, que tanto le irritan, se deben en buena medida al volumen de ahorro del pueblo alemán, ahorro que, invertido con frecuencia en EE UU, contribuye a financiar la demanda norteamericana de productos "made in Germany".

Trump recurre ahora a la guerra económica para combatir esos desequilibrios, imponiendo elevados aranceles de importación a países a los que acusa de aprovecharse sólo de Estados Unidos.

Lo peor que podría ocurrirles a los países de la UE es que entrasen por puro egoísmo en el juego que quiere Trump y, en lugar de hacer frente común ante el desafío norteamericano, mostrasen signos de división entre ellos.

Es cierto que la balanza comercial alemana con EE UU está más desequilibrada que la de Francia en lo que respecta a la industria, pero este último país ha sabido defender por el contrario su agricultura frente a la competencia exterior.

Cada uno tiene, pues, sus prioridades, pero es por ello importante que todos los europeos aparquen posibles diferencias y dejen que sea la comisaría de Comercio de la UE, Cecilia Malmström, decidida negociadora frente a las pretensiones de EE UU quien defienda los intereses comunes.

"No podemos ceder sin más a las presiones de Donald Trump aunque solo sea porque quiere para ello infringir las reglas que todos nos hemos dado en la OMC", afirma el socialdemócrata Bernd Lange, presidente de la comisión de Comercio del Parlamento europeo.

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