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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El tsunami

A estas horas, y aunque casi toda Galicia sigue pendiente del hiriente espectáculo que ofrece el independentismo catalán -y que muchos creen que el Gobierno del señor Rajoy tolera al menos por omisión de respuesta adecuada-, en Galicia se desarrolla otro, diferente, pero que ocupa a una parte del público. Por suerte o por desgracia, ni siquiera los asuntos propios, y los que afectan al segundo partido de del Parlamento autonómico, que es En Marea, parecen capaces de suscitar una atención estimable del público. Y eso es, por lo menos. significativo.

Es cierto que no se puede hablar de ambas cuestiones no ya como paralelas, sino siquiera comparables en importancia, pero en cierto modo se rozan. La postura catalana -que aparte de ilegal busca incomodar dentro y manipular fuera- tiene las mismas causas que algunos de los problemas que presenta EM. Y de modo específico una, que es el nacionalismo, aunque aquí carece de una masa crítica suficiente y, además, tampoco están claros sus objetivos concretos, al menos en lo que concierne a los plazos. Y porque las tesis se acercan, pero no son las mismas.

Desde un punto de vista personal, no parece discutible que el nacionalismo que dicen compartir los integrantes de la confluencia tiene diferentes niveles y, por lo tanto, es probable también que distintos objetivos. Porque no es fácil marcar la línea de sus prioridades: un segmento se parece al frente popular; otro, a cierta ortodoxia nacionalista y, en fin, hay ahí quien solo se muestra "radical. Por eso lo más urgente sería que la dirección de esa fuerza rupturista defina con claridad qué es, qué pretende y en qué plazos aproximados. Es lo menos que debe a sus seguidores.

Lo más curioso, y acaso lo peor, es que sus más altas instancias están ahora ocupadas con un asunto que dicen ético, y que probablemente tiene de ello una cierta base, pero que parece sobre todo estético. Y que constituye como lo anterior, no una demostración de unidad, sino al menos de distanciamiento entre sus partes y en la dirección. Se trata, por supuesto, del "caso Quinteiro", que fue suscitado como tal desde sus adversarios pero que, asumido por la organización casi como un casus belli, se ha transformado en una bomba ubicada en la sentina de EM.

En la sentina y, siempre dicho como opinión personal, bajo la mesa del que comanda el barco, que es el señor Villares. Un líder que, entre dimes y diretes, no acaba de acertar acerca de qué hacer, si desarrollar una consulta a las bases que carece de la fuerza de obligar y que como mucho provocaría la inauguración del Grupo Mixto en esta legislatura -siempre que doña Paula se mantenga en no dimitir- pero que, y como mínimo, está minando la autoridad y la autoritas de quien debería tener ambas en abundancia. Y que, de seguir así, será un elemento decisivo para potenciar no la armonía, sino la explosión. Y como se habla de la Marea, probablemente también un tsunami.

¿No...?

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