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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

La hora de Europa

La decisión del pirómano Donald Trump de retirar a EE UU del acuerdo multilateral con Irán firmado por su predecesor, Barack Obama, ha caído como un jarro de agua fría sobre los aliados europeos.

De nada sirvieron las palmaditas en la espalda del francés Emmanuel Macron ni los razonamientos de la alemana Angela Merkel. Trump solo escucha al primer ministro israelí y a su otro importante aliado en la región, la feudal Arabia Saudí.

Desoyendo a los europeos, Trump prefirió cumplir las insensatas promesas que hizo durante su campaña presidencial a unos votantes tan ignorantes como él mismo de los difíciles equilibrios que exige la política internacional.

Fiel a su estilo, el presidente republicano por conveniencia ha entrado en Oriente Medio como un elefante en una cacharrería: decidiendo primero el traslado de la embajada de su país a Jerusalén y rompiendo después el acuerdo nuclear con Teherán.

Y ahora les toca a los europeos intentar evitar que el daño hecho por tan irresponsables decisiones provoque una guerra generalizada en Oriente Medio cuyas consecuencias aquellos serían, después de los países de la región, los primero en sufrir.

No les será ciertamente fácil a los países signatarios europeos mantener vivo el acuerdo militar con Irán tras la retirada de la superpotencia, sobre todo porque muchas de sus empresas dudarán de seguir comerciando con Irán ante el temor de las nuevas sanciones con las que amenaza EE UU.

Pero es ahora más importante que nunca que los gobiernos europeos se mantengan firmes y cohesionados y resistan cualquier intento estadounidense de crear divisiones entre ellos, aprovechando su mayor o menor proximidad a Rusia, como tratarán de hacer Trump y sus halcones.

Sin duda escucharemos una y otra vez las voces de quienes no cesan de reclamar que los países de la UE inviertan más en su propia defensa e incluso superen en gasto militar el 2 por ciento de su PIB, como les viene exigiendo también Estados Unidos.

Al margen de la conveniencia de mejorar la defensa europea, sobre todo cuando no dejan de recortarse los gastos sociales y crecen en todos ellos la desigualdad y las tensiones sociales, deberían los europeos optar por una política de distensión y no de enfrentamiento como quiere Washington.

La desestabilización y el intento de derrocamiento de regímenes que no son del agrado del Gobierno norteamericano ya hemos visto a dónde conduce: basta ver lo ocurrido en Afganistán, en Irak, en Libia y ahora en Siria.

A los estadounidenses los separa más que un océano de ese foco continuo de tensión, pero los europeos nos vemos afectados de modo inmediato por cualquier movimiento que allí se produce.

Israel y Arabia Saudí quieren frenar la influencia creciente de Irán en esa región y no parece que les importe demasiado arrastrar a todo el mundo a un posible Armagedón.

Toca a los europeos tratar por todos los medios de evitarlo sin dejar que los halcones de Washington dicten, como pretenden, la estrategia a seguir.

Estamos en un mundo multipolar, más que le pese a Trump. Y habrá que contar también con Rusia y China para intentar resolver ese y futuros conflictos.

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