"Un poder superior es aquel que configura el futuro del otro, y no aquel que lo bloquea". Son palabras del influyente filósofo coreano Byung-Chui Han, gran analista de la sociedad contemporánea y profesor en la Universidad de las Artes de Berlín. Tal pareciera que Donald Trump hiciera suya la reflexión del docente en la pugna sostenida con el norcoreano Kim: después de un periodo de muchas amenazas y de tener al mundo en vilo, de pronto, el líder norteamericano abre una puerta para ofrecer al otro la salida que él sospecha es la deseada por Pyongyang.

Esa "configuración del futuro del otro" es, precisamente, lo que ha salvado a la humanidad de un peligroso juego de tronos atómico. El resultado se ha dejado ver en las conversaciones entre el presidente de Corea del Sur y el ambicioso joven dictador del Norte: para el futuro de ambos Estados se abre la posibilidad de Corea del Sur de lograr avanzar sus comunicaciones ferroviarias hacia el norte a través de Corea del Norte y expandir su poderosa economía; para Kim Jong-un significa la obtención de inversiones y programas de desarrollo económico que hagan posible la reanimación de su restringido régimen, según el modelo chino.

Para ambos y para la humanidad, insisto, el objetivo de alcanzar la desnuclearización de la zona, será un hecho histórico que habrá de apuntarse el imprevisible presidente de Estados Unidos.

Sin embargo, el aserto del profesor Han parece no cumplirse con la decisión del propio Trump de denunciar el pacto nuclear con Irán. Por las airadas reacciones en Teherán no parece que los que rigen el poder iraní se muestren muy complacidos por el futuro que les ofrece Trump. Todo lo contrario. El complejo escenario geoestratégico del Oriente Próximo poco tiene que ver con el de la península coreana. Lo terrible es que, de nuevo, nos hallamos ante un nuevo atolladero nuclear. Pero sobre este tema volveremos en una próxima ocasión.