Como casi todo en la vida, es una cuestión de equilibrios. El salario es la fuente principal de ingresos para la mayoría de la gente y, por eso, su evolución acaba determinando el bienestar económico de una Sociedad. Además, el salario es, al mismo tiempo, un coste para las empresas y un determinante fundamental del consumo y la demanda de los hogares. Por eso, tenemos que buscar un equilibrio. Si, por ejemplo, subiésemos de golpe un 30% los salarios, seguro que aumentaba mucho la capacidad adquisitiva y el consumo de los hogares, pero a los pocos meses veríamos cierre de empresas e incremento del paro, lo que restaría de nuevo capacidad adquisitiva y bienestar.

Para encontrar soluciones, el primer paso es contar con organizaciones empresariales y sindicatos fuertes y dialogantes. El diálogo social es clave para iluminar los acuerdos salariales. Acuerdos salariales que tiene que integrar, en mayor medida que en le pasado, la diversidad en la situación de cada empresa y vincular las mejoras salariales a los resultados de cada una de ellas. Una subida salarial del 2% puede ser inasumible para algunas y escasa para otras.

Para contextualizar lo anterior, es interesante un reciente estudio publicado por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, del que se extraen los gráficos que acompañan esta columna. En el primero de ellos se compara la evolución del salario pagado por hora trabajado o coste laboral medio (CLM), de la productividad y de los costes laborales unitarios (CLU), que serían la diferencia entre los salarios y la productividad: cuando la productividad aumenta, el incremento salarial no eleva los costes medios y, por tanto, no reduce la competitividad de las empresas y sus posibilidades futuras de éxito.

Los resultados para la primera década de siglo muestran que los salarios en España aumentaron mucho más que en Europa, con una productividad global casi estancada: otro efecto distorsionador más de la burbuja que padecimos. Las cosas cambian drásticamente a partir de 2009. El crecimiento de los salarios se frena en seco y la productividad se acelera. El resultado es que los CLU caen significativamente, aunque no lo suficiente para compensar el mayor crecimiento diferencial del período anterior. Entre 2000 y 2016, los CLU en España aumentaron un 24,7% y en la Unión Europea el 18,7%. En todo caso, existe una notable dispersión autonómica en los resultados, como lo demuestra el segundo de los gráficos, en el que Galicia aparece en una posición por debajo de la media: Los CLU crecieron en Galicia menos que en el conjunto de España.

Como corolario de lo expuesto, tres ideas. Primero, necesitamos reactivar el pacto social con agentes revitalizados (sobre todo, en el frente empresarial). Segundo, es importante contar con referencias agregadas a escala estatal y autonómica, pero las realidades empresariales son diversas y, por tanto, debemos poder ajustar, al alza y a la baja, las subidas pactadas a esas escalas en los convenios colectivos. Tercero, los últimos años han sido muy duros para los asalariados en su conjunto. Pero es verdad que entre 2.000 y 2.008 vivimos todos en un Mundo de ficción y, como país, por encima de nuestras posibilidades. Hoy es ya otra cosa. Existe fundamento y posibilidades para las subidas salariales, pero necesariamente estas deben ir acompañadas por mejoras en la productividad de las empresas, que nos permitan a todos vivir mejor sin abonar de nuevo el terreno a una crisis y un ajuste traumático.

*Director de GEN (Universidad de Vigo)

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