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Pocos ingresos y mucho gasto

Durante la última semana, se han sabido datos reveladores sobre los verdaderos problemas macroeconómicos de España. Así, la oficina comunitaria de estadística, Eurostat, señalaba un nuevo récord: repetir como el país de la eurozona con mayor nivel de déficit público, con un descuadre en las cuentas superior a los 36.000 millones de euros, pese al crecimiento del PIB de los últimos cuatro años. ¿Dónde está el problema?

Pues, si comparamos con el resto de Europa, es de carácter estructural: la debilidad de los ingresos públicos. Tras los bálticos e Irlanda, España está a la cola en recaudación (con unos ingresos del 37.9% sobre el PIB, muy por detrás de Alemania o Italia -con niveles del 46%- o, no digamos, de Francia -con un 54%).

Pero es que, además, no hay voluntad de corregir la situación. Según señalaba el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, la baja presión recaudadora favorece la competitividad de industrias básicas, como el turismo (traducción: si se forzara la máquina en aflorar economía sumergida, mucha actividad de ese sector desaparecería). Por otra parte, y pese al trabajo realizado en los últimos años, la persecución del fraude fiscal es manifiestamente mejorable, a pesar de la esporádica aparición de casos ejemplarizantes ante la opinión pública.

A todo esto, la decisión del Gobierno de premiar con más ingresos al lobby mejor organizado y numeroso (los nueve millones de pensionistas) y que ya es el que recibe más dinero de las arcas públicas, con subidas que eliminan el índice de revalorización y con el retraso del intocable factor de sostenibilidad, no hace nada por restaurar la credibilidad presupuestaria de España ante la UE. Pero, ya se sabe: los votos son los votos y, los que vengan detrás (Generación X y Millennials), que arreen.

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