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Mis encuentros en el tren

Quiso el azar, con permiso de Dios Nuestro Señor, que en mi penúltimo viaje hacia Vigo compartiera tren y palabra con el afamado cardiólogo vigués Fabriciano Fernández de la Cigoña. En el último, la suerte me llevó a coincidir con un vigués que estaría inclinado si tuviera que portar del cuello sus premios literarios: Antonio García Teijeiro, iluminado por la presencia de su mujer, Susi Fernández. Iba el preclaro escritor de literatura infantil, Premio Nacional por ello, a Palacio. Sí, sí, a Palacio pero no por ser felipista (aunque pasados días y ya de vuelta puede ser) sino a representar a los escritores de literatura infanto/juvenil en un acto institucional por la entrega del Premio Cervantes a Sergio Ramírez en el que 100 personas compartieron almuerzo en el Palacio Real. Allí estaban con él, entre caras conocidas, gallegos que saludó como Alfonso Armada, César Antonio Molina o Darío Villanueva, y me contó nuestro García Teijeiro que fue un placer volverse a encontrar con su querida Clara Janés, conocer a su admirada Soledad Puértolas o conversar con Alejandro Palomas, reciente ganador del Nadal. Allí estaban los Reyes, en un ambiente distendido y cordial hablando con todos y no sé si Antonio habrá dejado la República por el felipismo aunque presupongo que un culto escritor no pierde el tiempo en ideas ociosas.

Mi "weekend" en Candelario

Escapé de Vigo a Salamanca y me entregué a los placeres de la carne sin freno ni mesura. Empecé el sábado a la hora aperitiva estrenando el nuevo bar del mesón Gonzalo, y probando esos callos suyos que ganaron en Asturias el Campeonato Mundial de Callos. A las dos partí hacia Candelario, cerca de Béjar, Sierra de Gredos arriba, en cuya Posada de Candelario hallé hospitalidad aunque por confusión mi reserva fuera para otro día. ¡Hermosísimo pueblo donde hasta no hace mucho la gente se dedicaba a matar a cuchillo cada día y corría tanta sangre por las calles como agua por las regaderas que había en todas, en gran pendiente! Matar, sí, pero ganado porcino y un algo bovino y por el bien de España, que es pueblo chacinero que dio lo mejor de esos animales.

En la Posada de Candelario

¡Cuánto gozo, cuánto contento por esa cena que tuvimos en la Posada de Candelario, en la que pedimos una parrillada de carne de buey (aunque fuera vaca vieja) que no podía llegar más arriba en el orden de las delicias del paladar, y más acompañada de un Románico, vino de Toro muy gustoso. Por eso y el buen trato que dan Nacho y los suyos destaca esta posada, que fue centro chacinero hace unos 150 años, casa de un capitán quizás de la guerra de Cuba después y centro de Auxilio Social en la posguerra, y cuyas habitaciones te hacen sentir en una hospedería del medievo. Allí dormí y el domingo de mañana, tras asistir a Misa en la ermita del Cristo del Humilladero y darnos fraternalmente la paz, nos volvimos a Salamanca no sin hacer parada en Guijuelo para tomar en el bar Álvarez un buen jamón, y comprarlo después en Durán Sánchez, familia de larga tradición chacinera. Allí mismo visitamos a una médico de guardia que hace poco pasó fin de semana en Vigo, y se dice en los mentideros de la ciudad que flirteó con ella en La Consentida y luego en el Tipo X, aunque sin éxito, un aguerrido funcionario municipal de nuestro Ayuntamiento vigués. De Guijuelo a Salamanca, tras hacer parada en el Mesón Viejo de Martín Amor, un emporio popular, cuna del cantante Rafael Farina. Solo un vino allí porque me esperaba cena a hora temprana en la ciudad del Tormes, en casa de los Castilla, gente que ha tenido en Vigo tienda delicatessen chacinera que aún lleva su nombre.

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