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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Qué manía con los títulos

El de gobernante es un oficio que no exige titulación

Andan en agobios la presidente de Madrid y algunos otros políticos de partidos diversos por atribuirse títulos académicos que al parecer no poseen. Sorprende esta pasión por los diplomas, dado que el de gobernante es uno de los pocos oficios que no exigen titulación alguna. La nota de acceso la ponen los votantes.

Estos son, sin duda, gajes de un país como España, tan devoto y hasta idólatra de los carnés, los títulos, los blasones y los pergaminos de honra en general. Lógico parece que se cautive a los chavales haciéndoles creer que una carrera (incluso de Letras) equivale a un pasaporte para la obtención de un empleo; pero ya se entiende menos que un político adulto profese esa creencia. Se conoce que hay mucho aficionado en el negocio de los asuntos públicos.

Así se explica que recurran a influencias y, si fuera el caso, al truco infantil de falsear las calificaciones. Astutos como se les supone, los políticos deseosos de adornar su currículo con licenciaturas y másteres más o menos imaginarios, deberían saber que estos se obtienen fácilmente en internet. Aunque tampoco valgan para nada, claro está.

En el mercadillo de la Red pueden encontrarse páginas que ofrecen todo tipo de graduaciones -desde el grado al doctorado- por poco más de trescientos euros. "Sin asistencia, sin esperas y sin exámenes", se anunciaba no hace mucho uno de estos proveedores de títulos, con promesas que tanto recuerdan a las de sucesos recientes en otros ámbitos de mayor seriedad.

Algunos de estos ingeniosos emprendedores llegan a ofrecer el envío del pergamino correspondiente -e incluso las hojas de notas por asignatura- en menos de catorce días desde la fecha de solicitud y pago de las tasas correspondientes. Y tampoco es infrecuente que den a elegir al alumno entre un amplio catálogo de titulaciones, para que no quede vocación sin cumplir.

Más que de diplomas, se trata de bulas e indulgencias como las que la Iglesia negociaba allá por tiempos de Lutero. Solo que, a diferencia de aquellas -que eran auténticas- los títulos expedidos por ciertos buhoneros de internet son tan falsos como una moneda de tres euros.

Nada hay de nuevo en estas peculiares transacciones. También en el mundo analógico previo a la era digital se vendían ya carnés de conducir alternativos, a buen precio y sin necesidad de pasar engorrosos exámenes. Por desgracia para ofertantes y compradores, las redes de compraventa eran desarticuladas a menudo por la Guardia Civil, del mismo modo que ocurre ahora con algunas de las imaginativas -y generalmente exóticas- "universidades" que trampean en la Red.

Se ignora, en cualquier caso, cuál es la razón que lleva a algunos políticos a enriquecer su hoja académica con títulos de difícil comprobación, como al parecer ha ocurrido ahora en Madrid y anteriormente en otros lugares.

La única explicación plausible es la vanidad, vicio no exclusivamente español, aunque quizá más extendido aquí que en los países de tradición luterana. Ninguna necesidad tienen los aspirantes a ejercer un cargo gubernativo de presentarse ante sus electores con licenciaturas, doctorados y másteres; pero se conoce que les pierde el deseo de lucir esas pompas.

Puede que algunos de ellos hayan descubierto un poco tarde que la vanidad -tan innecesaria- tiene un precio. Y total, para qué.

stylename="070_TXT_inf_01"> anxelvence@gmail.com

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