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Francisco García.

Billete de vuelta

Francisco García

Comieron perdices

Tal como cantaba el inimitable Fofó en las siestas veraniegas de nuestra infancia, "no hay nada más lindo que la familia unida". La Reina titular y la emérita escenificaron ayer, arropadas por el titular de la Corona, la Princesa de Asturias y la pequeña infanta, La Paz de Westfalia. A las puertas del hospital madrileño donde el abuelo se sometía a una nueva sesión de chapa y pintura, posaron para los medios en amor y compañía, con una sonrisa de oreja a oreja. Se ha firmado el armisticio del bien común con tablas en el casillero: sin vencedores ni vencidos.

Era una foto medida al milímetro, con el objetivo evidente de finiquitar un debate rancio de güelfos y gibelinos que ha durado lo que dura la tranquilidad en la sede del PP: apenas una semana. En esa familia de la Zarzuela todos tienen un máster de cómo resolver adversidades expedido por la universidad de la experiencia, que acumula más años que la de Salamanca.

Los fotógrafos de prensa que siguen y persiguen a la Familia Real son los Velázquez del siglo XXI, los que retratan la realidad de la irrealidad, colaboradores inevitables del lienzo de una institución que flota como el corcho, a la que no hunden ni veinte Lepantos.

Así, de esa guisa, la realeza ha regresado con cara de felicidad al estado natural de las cosas, para darle la razón a Pedro Sánchez, que con su habitual facundia definió días atrás el desencuentro entre la nuera y la suegra con un hilarante "en todas las familias cuecen habas". Cocerá lo que cueza, pero el Rey y su familia comieron ayer perdices, plato más suculento y cortesano que la sopa de verduras del reportaje televisivo de marras.

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