Todos nos hemos conmocionado con el desenlace del niño Gabriel Cruz.

Creo no confundirme si afirmo que ha sido el infanticidio más mediático de la historia de España. Llevamos días en que la televisión, la radio y los periódicos llenan espacios diciendo "Todos somos Gabriel".

El concepto de bueno o malo es más antiguo que Matusalén, pero hay dos momentos de la historia que marcan nuestra cultura, Jean-Jacques Rousseau, suizo de Ginebra que decía: "El hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad el que lo corrompe". Estamos a finales del siglo XVIII y en los preliminares del siglo de la Revolución Francesa.

A principios del siglo XX, la Revolución Rusa triunfa con un lema con tintes anticapitalistas: "El hombre es un lobo para el hombre". Rousseau se equivocó con la afirmación de que el hombre era bueno por naturaleza y que el responsable es la sociedad. Su afirmación es terrible, pues deja al hombre libre de toda responsabilidad y culpando a la sociedad de la maldad del hombre. El mundo de Rousseau es un mundo idílico, irreal e ilusorio rayando en la idiotez.

Además Rousseau era un peligroso machista con comentarios como: las mujeres solo pueden lograr el éxito en labores insignificantes.

La Revolución Rusa trajo el triunfo del comunismo y al grito de que el hombre es un lobo para el hombre, fulminó el capitalismo de Rusia con millones de víctimas en aquellos campos de concentración siberianos.

A vuelta de setenta años, Rusia vuelve a la situación anterior a la Revolución. Pues se ve que el sistema comunista no es eficiente. ¡Cuántos muertos y deportaciones inútiles!

Ni el hombre es bueno por naturaleza, ni el hombre es un lobo para el hombre. El hombre es capaz de hacer cosas maravillosas y también cometer grandes errores y horrores.

La muerte de este niño inocente, Gabriel Cruz, nos obliga a reflexionar sobre nuestra tremenda realidad. Por un lado un niño inocente que se ve privado de poder vivir y experimentar los claros y oscuros de una existencia. Los padres, Ángel y Patricia, separados y cada uno por su lado. El niño viviendo en casa de su padre que tiene una pareja, Ana Julia Quezada, que parece ser la mala de la película con posibles antecedentes siniestros en Burgos hace ya doce años cuando Ana llegó de Sudamérica. Esperamos que la justicia aplique castigos ejemplares. Lo que está claro es que hace cincuenta años estos casos eran prácticamente inexistentes porque los niños vivían en familias estables y estructuradas. Cada uno puede hacer lo que le dé la gana, pero tiene que pagar sus consecuencias.

El ambiente familiar en que estaba envuelto el niño Gabriel Cruz suena a un auténtico lío. Solo cabe a estas alturas desearle a Gabriel la felicidad eterna al lado de nuestro padre Dios todopoderoso y elevar oraciones por unos padres, Ángel y Patricia, para que su gran dolor se amortigüe con tantos actos de solidaridad.

*Miembro del Club 55